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La vorágine de los pactos de gobierno, en la que están inmersos cinco de los seis principales partidos cántabros, contribuye al propósito de camuflar los resultados decepcionantes que salieron de las urnas del 26-M con balances complacientes que, en realidad, sólo el PRC puede ... exhibir. De ahí para abajo, regular o mal. Durante la campaña, los principales adversarios de Revilla apenas le apretaron las tuercas, para no borrarse como posibles aliados del nuevo Gobierno, y ahora se percibe en ellos una suerte de cristiana resignación, de que el asalto al poder no será viable hasta que el veterano líder regionalista se retire. Mientras tanto, se hacen fuertes en sus partidos para esperar resguardados a que lleguen tiempos mejores.
En el PP, la baja exigencia electoral viene marcada por Génova. Si Pablo Casado en la noche de la segunda derrota en un mes, sacaba pecho y sonrisa sólo porque se abría la posibilidad de mantener la Comunidad de Madrid y desalojar a Manuela Carmena en el Ayuntamiento, y de pelear por algún otro territorio, por qué habrían de flagelarse más de la cuenta los dirigentes cántabros que dirige María José Sáenz de Buruaga, cuatro escaños menos en el Parlamento, si sus porcentajes electorales son mejores que la media nacional, si quizá puedan conservar Santander, si la mayoría de sus alcaldes resiste, aunque hayan escondido las siglas 'PP' en programas y discursos, aunque la herida interna siga abierta. Gobernar con el PRC aliviaría la situación, pero está difícil.
El PSOE de Pablo Zuloaga también se ha apresurado a celebrar los resultados electorales. La tendencia mejora en plena efervescencia de Pedro Sánchez y del partido en el conjunto de España, aunque la ganancia real es difusa. Y menos mal que al final del vergonzante escrutinio los socialistas se han apuntado el séptimo escaño de Javier García-Oliva. Vaya, un pequeño disgusto para el PRC, que pierde el diputado número 15, tiene que borrar a Ciudadanos de la lista de pretendientes y además no le gusta García-Oliva ni su estricta doctrina medioambiental. No se puede ganar siempre.
Pedro Sánchez aparece como el gran negociador del PSOE de Cantabria: con Revilla el Gobierno y con Rivera la Alcaldía de Santander. Esta es la pieza clave. Si sale la operación en la capital el balance socialista será bueno. Si no sale, y además se pierde Torrelavega, cundirá el desencanto. Hoy como ayer, para el nuevo PSOE como para el viejo, la coalición con el PRC es el único camino para mantener una importante cuota de poder en el Gobierno y en los ayuntamientos.
Tampoco a Ciudadanos le alcanza para tirar cohetes, aunque Félix Álvarez y los suyos lo intenten. Los tres escaños en el Parlamento ya no le otorgan categoría de interlocutor en una negociación de gobierno, que sí tendrán los dos concejales decisivos en Santander. En todo caso, las posiciones estratégicas no pueden ocultar los porcentajes de votos inferiores a la media en la presencia municipal y en las urnas autonómicas. La marea de Ciudadanos llega exhausta a Cantabria. Como la de Vox, por cierto. Dos diputados sin capacidad de maniobra en la Cámara y un edil en Santander, que sí puede tener influencia, no es lo que esperaba el partido que tanto fervor suscitó en vísperas de las generales hace apenas cinco semanas.
Sólo la izquierda radical, Podemos e IU, por separado en las autonómicas, juntos en Santander, admite su fracaso sin paliativos, la lógica consecuencia del declive general más la brutal crisis de Podemos Cantabria. Entre los lamentos por la oportunidad perdida y los reproches entre los que todavía están y los que se fueron desencantados, todos quedan a la espera de un incierto futuro, quizá de un 'Vistalegre III' regenerador.
A lo largo de la última legislatura, en la política cántabra se ha constatado un déficit de liderazgo muy generalizado en los partidos, que los diversos procesos de primarias no han solventado sino todo lo contrario, han contribuido a la ruptura de las cúpulas dirigentes y a la desmovilización de las militancias. La consecuencia de tanta erosión se percibe en los intratables números electorales de Revilla, el candidato autonómico más votado en la gran mayoría de los ayuntamientos de todo pelaje político, sean cual fueren los alcaldes, que sí tienen predicamento en sus territorios. No es extraño, pues, una cierta actitud claudicante entre los dirigentes políticos regionales que a estas alturas hacen sus planes de futuro a partir del parte médico de Revilla.
Bueno, también en el PRC el asunto del liderazgo puede ser un problema más temprano que tarde. Una idea que se ha manejado en el partido para esta legislatura es que Revilla nombre un vicepresidente regionalista, además del que eventualmente represente al socio de turno. O sea, algo así como bendecir al sucesor para cuando llegue el momento. Revilla escucha los consejos y no dice nada. Y su silencio tiene interpretaciones diversas entre los partidarios, alguna bien sarcástica: «Tengo que ver que esta ha sido de verdad la última vez y que no se presenta la próxima con 80 años, como Fraga».
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