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Las políticas liberales, ahí donde han sido aplicadas, han sido muy positivas para la consecución de avances importantes tanto en las libertades individuales y colectivas de los ciudadanos como en la obtención de un desarrollo económico y social amplio y equilibrado para la sociedad en ... general y para cada uno de sus individuos en particular. Sin embargo, estas políticas no obtienen, en muchos debates públicos, la firme defensa que merecen, ya que cuando algunos aspectos puntuales de las mismas son puestos en cuestión por populistas de uno u otro signo sus representantes parecen achicarse ante los ataques de que son objeto, en vez de aprovechar la oportunidad para poner de relieve que mientras estas políticas han sido ampliamente avaladas por sus resultados, las por ellos defendidas han fracasado una y otra vez allí donde fueron aplicadas y que mientras las primeras posibilitaron un ambiente de libertad y seguridad para sus pueblos las segundas terminaron en opresión y total carencia de libertades para los mismos.
Es por ello curioso que a quienes defienden el comunismo, cuando no políticas más a su izquierda, como solución política ideal, no les planteen, en tales debates, dónde preferirían vivir: Corea del Norte o Corea del Sur, Cuba, Venezuela o Estados Unidos. Naturalmente que en el supuesto de ir a uno de los países comunistas, sería para vivir allí como un ciudadano normal y no como un miembro de la casta dirigente que, esos sí, viven maravillosamente bien.
La respuesta la dan los hechos, pues ¿cuántos surcoreanos se pasan a Corea del Norte y cuántos son los norcoreanos que, a pesar de los peligros que supone intentarlo, cruzan hacia Corea del Sur? ¿Cuántos fueron los alemanes del oeste que pasaron a la República Democrática de Alemania y cuántos los que a pesar del muro que estos levantaron para tratar de impedirlo arriesgaron su vida para ir hacia la República Federal de Alemania? ¿Cuántos son los cubanos que, viviendo en un país libre, quieren volver a Cuba y cuántos los que hacen lo posible y lo imposible por salir de la isla caribeña? ¿Cuántos son los venezolanos que habiendo salido de su país quieren regresar al mismo?
A este respecto guardo en mi memoria que cuando en el Congreso de los Diputados, el 23 de febrero de 1981, estábamos retenidos todos los diputados por quienes aquel día pretendían acabar con las libertades que el pueblo español había recuperado a la muerte de Franco, pensé que si tenía que exiliarme fuera de España el país al que intentaría ir sería Venezuela. ¿Por qué Venezuela? Pues porque Venezuela era entonces un país con un alto nivel cultural y económico, en el que había libertad y en el que uno podía desarrollar su proyecto de vida, tal y como algunos amigos, antiguos compañeros de estudio, que trabajaban y vivían en ese momento allí, me confirmaban cuando venían a España. Y sin embargo ese país, antaño próspero, está ahora en la ruina más absoluta.
¿Cómo ha podido llegar al actual nivel de miseria? ¿Cómo es posible que un país que nada en petróleo carezca de lo más básico? La respuesta está, sin lugar a dudas, en el régimen político que lo oprime y arruina.
Con motivo de un viaje familiar que realicé en las navidades de 2016 a la preciosa isla de Cuba escribí, a mi regreso, un artículo en el que ponía de manifiesto los salarios allí percibidos por los trabajadores -del orden de 30 euros mensuales un empleado de un hotel de cinco estrellas y 50 uno de banca- en contraposición a los precios, semejantes a los nuestros, que tenían los productos y servicios -salvo, naturalmente, los obtenidos con la correspondiente cartilla de racionamiento- artículo que, desgraciadamente, sigue teniendo plena vigencia y que concluía diciendo: «Por ello, resulta difícil entender que haya quienes propongan para España políticas análogas a las ya fracasadas en tantos países que con anterioridad las experimentaron. Calificar tales políticas como progresistas, no deja de ser, además de una perversión del lenguaje, un disfraz para ocultar la realidad de lo que realmente son: practicas dictatoriales en las que los ciudadanos solo son un instrumento al servicio del partido y de sus dirigentes».
Y añadía: «Menos entendible aún es que fuerzas políticas socialdemócratas hagan pactos con partidos que, como los indicados, solo utilizan la democracia como vehículo para llegar al poder y desde él implantar una dictadura en la que las libertades económicas y políticas -comenzando por los partidos democráticos- serán totalmente proscritas y los ciudadanos reducidos a la condición de súbditos» .
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