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La broma no es exclusiva de Cantabria sino de las comunidades del norte. A la pregunta de si el verano es corto aquí se responde que «este año cayó en viernes» o martes o jueves o el día que se prefiera. No es cálido el ... estío de la pandemia, año segundo, y aunque los visitantes valoran las temperaturas moderadas en contraposición a los calores de fuego del sur, solo en la última semana de agosto ha sido posible ver el sol varios días seguidos. En algunas zonas de Santander, en los autobuses atestados, en la plaza de Cañadío, en las lanchas de la bahía donde la distancia era mínima, en los botellones descontrolados y en demasiadas terrazas el covid se mostraba encantado de haberse conocido y agradecía las facilidades que se le brindaban para contagiar con eficacia y sin miramientos. Dicen los viejos que sarna con gusto no pica.
En este verano que puede ser pequeño en duración, el Gobierno suma un nuevo fracaso con la exclusión de Cantabria del Corredor Atlántico, un suceso de gravísimas consecuencias para el futuro de la región. Sorprende el silencio y la falta de reacciones ante una bofetada tan dolorosa. La oposición dormita en la comodidad de la hamaca campestre y el tostadero de la toalla playera. En orden de prioridades, las vacaciones son lo primero. El problema de Cantabria es doble, porque a su debilidad como autonomía une la carencia de políticos de peso. No los hay ni dentro ni fuera, ni en Puertochico ni en la calle Alta. El irónico comentario de un lector a un artículo reciente tiene gracia: votará a Revilla precisamente por su ineptitud. Puesto que no ha hecho nada, solo nos cuesta el sueldo y no dejará ningún pufo. Es una forma de verlo.
En este verano de viernes, el pasotismo del Ayuntamiento de Santander permite que muchos establecimientos ocupen las aceras con muebles, toneles, tenderetes, lonas y plásticos. La ciudad que fuera limpia y elegante semeja ahora un campamento tribal lleno de jaimas, más sucia que ayer pero menos que mañana. Apenas queda hueco para el peatón, expulsado de su espacio natural y obligado a jugársela en la calzada ante tanto desmadre. Hay quien se pregunta en qué estudio municipal, si lo hay, se contempla el número de personas que utilizan los carriles bici a lo largo del año -lo de los genios que los diseñan lo dejamos para otra ocasión- no sea que la inversión supere ampliamente el uso. Mientras, los niños quieren saber por qué no hay agua ni patos en el estanque de los Jardines de Pereda, en este septiembre que suele ser templado y amable.
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