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El Gobierno de Cantabria, con su presidente al frente, parece que ha encontrado la solución mágica para que el turismo sea el gran motor de ... crecimiento y empleo para Cantabria: prolongar el verano hasta cinco meses, de tal manera que el impulso económico que supone el actual -mes y medio más otros días en Semana Santa y Navidad- pase de ser un soplo de corto alcance a una brisa mantenida en el tiempo. Una vieja idea que, hasta el día de hoy, no ha cristalizado.
El flujo de visitantes y, en paralelo de dinero y empleo, es importante durante mes y medio, dos meses en el mejor de los casos. La historia reciente nos indica que el verano cántabro comienza cuando terminan las fiestas de San Fermín, en Pamplona, y declina cuando agosto pone punto final y marca el momento de regreso a Madrid, Vizcaya, Valladolid, Palencia o Cataluña. Poco tiempo para que el sector servicios sea capaz de reavivar Cantabria, sumida en un lento y permanente declive.
La cuestión medular no es otra que lograr que la segunda quincena de julio y todo agosto se estiren hasta ocupar cinco meses, casi la mitad del año. El proyecto de un largo verano no es nuevo, pero nada se ha hecho tendente a lograr ese objetivo. La idea es buena, máxime si Cantabria opta por primar el turismo sobre otras alternativas. La principal herramienta para que el estío se estire está en manos del Gobierno de Cantabria, los ayuntamientos y, en menor medida, de la iniciativa privada. Quienes deben liderar la operación «verano de cinco meses» son precisamente quienes la proponen, lo que debe facilitar las cosas y evidencia el alejamiento entre los deseos expresados en palabras y los hechos.
Para alargar el verano es el sector público quien debe dar el primer paso. Resulta obvio que la iniciativa privada programará sus actividades en los momentos de máxima afluencia de turistas, ya que eso supone una mayor demanda. No se puede pedir a un empresario que organice su negocio en función de este proyecto de largo estío, pero si puede y debe hacerlo el sector público.
Con el actual calendario, los mayores eventos de atracción de visitantes se ubican precisamente en pleno verano: desde las fiestas santanderinas de Santiago, con toros y conciertos, hasta la programación del Festival Internacional de Santander, pasando por los múltiples festejos agosteños de Torrelavega, Laredo, Cabezón de la Sal, etc. Un primer paso sería desplazar actividades de indudable atractivo hacia los meses de septiembre y junio. Ese movimiento en el calendario no es sencillo, ya que debe vencer la resistencia de lo tradicional y lo acostumbrado. Por ello debe ser el Gobierno cántabro, tras un acuerdo con los diferentes ayuntamientos, quien encabece esa operación «verano de cinco meses».
Este asunto merece un estudio para trazar un plan, pero sin necesidad de sesudos informes es evidente que Gobierno regional y Ayuntamiento de Santander tienen en su mano la programación del Festival Internacional. En lugar de programar grandes conciertos, teatro, ballet, etc. cuando Cantabria no necesita promoción, porque se llena con el simple atractivo del sol y la playa, podría llevarse a cabo en septiembre para llenar más días hoteles, restaurantes, etc.
Si se atreven con acciones más contundentes Santander bien podría celebrar a sus patronos, San Emeterio y San Celedonio, en lugar de a Santiago y de esa forma programar toros, fuegos artificiales y conciertos en los últimos días de agosto y prolongarlos en la primera quincena de septiembre. Torrelavega tiene como patrona a la Virgen Grande, en pleno agosto, y podría retrasarse la celebración a septiembre de forma que ese mes sea de plena ocupación. En esa misma dirección es posible repensar el calendario de fiestas de toda Cantabria. De la misma manera que han desaparecido del calendario oficial fiestas como el Corpus Cristi, la Ascensión de la Virgen, etc. bien podría trazarse un calendario moviendo días festivos. Es más, el gobierno y los ayuntamientos pueden tomar la decisión de no subvencionar festejos en julio y agosto y destinar esos fondos a apoyar eventos en junio y septiembre.
Ha llegado el momento en el que en lugar de hablar y proponer se actúe. Conseguir más días de afluencia turística es posible, pero quienes pueden pasar de las palabras a los hechos no toman decisiones. Es discutible que el turismo sea el mejor motor para Cantabria, pero si se apuesta por él, es imprescindible hablar menos y actuar más. Lo que no tiene sentido es que quien debe intervenir se limite a decir que hay que hacerlo.
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