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La post-verdad es la principal diferencia entre la estrategia de los autócratas actuales y la del siglo pasado. Designa la principal razón de la inanidad democrática frente a sus enemigos. El fascismo, el nazismo y el comunismo del siglo XX se oponían frontalmente a ... la democracia, eran su enemigo exterior; pero en el Siglo XXI las democracias tienen el enemigo dentro de casa. Los autócratas del s. XX entretenían las citadas ideologías e instauraron regímenes dictatoriales; en el s. XXI utilizan las estructuras de la democracia para conquistar el poder y, una vez logrado, proceden a cambiar el sentido de sus instituciones y convertirlas en autocracias.
Al hacer la lista de los actuales aspirantes a autócratas uno se encuentra con los presidentes de Brasil, Filipinas, Hungría, México, Rusia, Turquía, Venezuela, además de otros que ya no gobiernan como Chávez, Kurz y Trump. Personajes muy diferentes entre sí pero con un denominador común: el abuso del populismo, la polarización, la post-verdad, la cooptación de los medios que tradicionalmente vigilaban las actuaciones políticas; procediendo a neutralizar su papel como defensores del sistema, a unos extremos que no se veían desde el advenimiento del fascismo en Europa.
No obstante, la principal diferencia entre ambos tipos de autocracia estaría en su aproximación a la conquista del poder. Si en el s. XX era la utilización de la ideología, en el XXI es la identificación de sus seguidores con el líder; al extremo de asimilar la identidad de este a la suya propia. Conseguido esto, puede procederse a asesinar la verdad impunemente, dado que las únicas palabras respetadas son las proferidas por el Jefe y su biblia, el resto son ¨fake news¨. La verdad deja de estar ligada a la realidad y la realidad real es sustituida por otra fabricada a base de verdades alternativas.
Un venezolano afincado en Washington me ofrece el archi-ejemplo de Chávez para ilustrar el mecanismo. Durante sus 14 años en la presidencia mantuvo un show televisivo -Aló presidente- que cada semana mostraba sus conversaciones personales con gentes del común; personas con las que al espectador le resultaba muy fácil identificarse. Chávez les preguntaba sobre sus vidas, aspiraciones y problemas, compartiendo emocionalmente sus penas y alegrías; la conversación solía terminar con un abrazo de hermano. Aparentemente Chávez se identificaba con la gente del pueblo; pero lo que en realidad conseguía era que la gente se identificará con él: dejaba a un lado toda ideología y ponía su persona en el lugar de esta. A partir de ahí todo lo que dijera o hiciese lo realizaba el hermano de cada espectador; Chávez decía y hacía lo mismo que ellos -estaban convencidos- hubieran dicho y hecho. Habían asumido la identidad de Chávez como cosa propia; ser chavistas era el rasgo más importante de su personalidad. Chávez convirtió la adulación de sus seguidores en la materia prima para magnificar su poder; cosa que a continuación utilizaba para desmantelar la separación efectiva de poderes, mecanismo fundamental para el buen funcionamiento de la Democracia.
Exactamente lo mismo que luego harían Maduro, Erdogan, Trump, López Obrador… Los actuales pseudo-demócratas pueden llevarse este gato al agua porque han conseguido prescindir de cualquier ideología. El único punto en su agenda es la conquista del poder democrático para transformarlo en una autocracia. La combinación de pseudo-elecciones pseudo-leyes y pseudo-noticias produce una pseudo-democracia. Pero la falsificación de la democracia no es un fin sino un medio. Incluso la apropiación de fabulosas cantidades de dinero, mediante un sistema corrupto hasta el tuétano, sería un medio para afirmarse en el poder. Las técnicas mafiosas, incluida la confabulación con la verdadera mafia (Berlusconi, Uribe, Maduro, Trump, Obrador) sirven a este fin.
Las democracias adolecen de una desventaja estructural frente a estos enemigos. Debate, indulgencia, compromiso, tolerancia, legitimidad del oponente, son condiciones necesarias para el buen funcionamiento de la democracia. Cuando los pseudo-demócratas las sustituyen por invectiva, maximalismo, intolerancia, fanatismo, mesianismo, demonizaciones, odio y venganza, el sistema se degrada sin remedio. La tradicional contención deja paso al ̈todo vale¨. Los hinchas (valga el símil deportivo) del autócrata han apostado una porción tan grande de su propia identidad en su líder que de ninguna manera pueden aceptar su fracaso (v.g. Trumpistas, desde el 6-1-21 a la fecha).
Además de las capas más vulnerables de la población, un sector que tiene cubiertas sus necesidades básicas también descarga su cólera contra el sistema. Gentes que experimentan una disonancia en su posición social: la diferencia entre el lugar que ocupan y el lugar que esperaban ocupar. Sensación exacerbada porque lejos de aproximarse a su meta cada vez se sienten más lejos; no digamos ya sus hijos. Cuando la democracia pierde la capacidad de mantener los problemas sociales por debajo de un cierto nivel crítico, el terreno se vuelve muy fértil para los autócratas.
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