La verdadera historia de Jesús de Nazaret
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Fue un judío auténtico, pero de Galilea, que no nació un 25 de diciembre, y que llegó al mundo al menos cuatro años antes de la fecha fijada por Dionisio, el inventor de la era cristianaHace algunos años el jesuita y biblista José Luis Sicre, miembro del Pontificio Estudio Bíblico de Roma, escribió un libro titulado 'Satán contra los Evangelistas' en el que Satán pide a Dios Padre que condene al infierno a los cuatro Evangelistas porque «dicen cosas ... tan distintas, a veces tan contrarias, que parecen escritas para que la gente pierda la fe en Jesús». El experto Sicre recoge con cierto buen humor e ironía una constatación que ya hicieron muchos cristianos en la Antigüedad y es un argumento que utilizaron algunos paganos para criticar a la nueva religión cristiana.
No sé de nadie que haya perdido la fe por este motivo, pero es un hecho que ha inquietado a los historiadores modernos. No voy aquí a explicar los posibles motivos, pero sí a dejar constancia de que, ya desde el comienzo de los Evangelios, la narración del nacimiento de Jesús de Nazaret presenta muchas contradicciones. De los cuatro Evangelios que la Iglesia reconoce como parte del Nuevo Testamento solo dos, los de Mateo y Lucas, se ocupan del tema y con informaciones muy diferentes, que están muy lejos de dar satisfacción a muchos interrogantes.
Ninguno indica la fecha del nacimiento en base a las diversas eras o formas de computar los años vigentes en aquella época. En todo el Occidente cristiano terminó por imponerse la fecha del nacimiento como el año 1 de la nueva era cristiana. Pero la fijación de esta fecha fue producto de un error de cálculo, no de los evangelistas, sino de la persona que lo realizó. Este fue un experto en la historia de la Iglesia, llamado Dionisio con el sobrenombre de 'el Exiguo' por su baja estatura, que vivió en Roma en el siglo VI. Este partió de la constatación de que cada pueblo disponía de una era propia basada en lo que se consideraba el acontecimiento fundador de su historia. Los griegos contaban los años a partir de la primera Olimpiada y los romanos a partir de la fundación de la ciudad. Dionisio propuso que los cristianos computasen el tiempo a partir del nacimiento de Cristo y calculó que este había tenido lugar en el año 753 de la fundación de Roma que pasaría a ser el 1 de la nueva era. Pero se confundió en algunos años, si hemos de dar fe, y no hay motivos para dudarlo, al señalar que el nacimiento se produjo mientras aún vivía el rey Herodes el Grande. Es bien sabido que Herodes murió en el 749 de la era romana lo que obliga a adelantar el nacimiento de Jesús al menos cuatro años, es decir que habría nacido entre el 6 y el 4 antes de la era cristiana.
Ningún evangelista y ningún otro testimonio antiguo señala el día del Nacimiento. ¿por qué, entonces, lo celebramos el 25 de diciembre? Se trata de una costumbre muy tardía, del siglo IV, y la fecha está relacionada con dos acontecimientos ajenos al cristianismo, el «nacimiento» -o «dies natalis» en latín- del Sol y del emperador Constantino. A partir de la segunda mitad del siglo III alcanzó una gran importancia política el culto del Sol como divinidad suprema y tutelar de Roma. Su fiesta más importante era la del solsticio de invierno, el día en que el sol comienza a crecer, es decir, su «dies natalis», el 25 de diciembre. Los emperadores romanos consideraban también su «die natalis» aquel en que se iniciaba su poder imperial. El emperador Constantino, ferviente seguidor del culto solar antes de su conversión al cristianismo, proclamó también como su «dies natalis» el 25 de diciembre. Con posterioridad, la nueva religión cristiana reemplazó al culto solar como religión oficial y se generalizó la costumbre de celebrar también el 25 de diciembre como el día del Nacimiento de Cristo que coincidía con el del emperador y suplía al del Sol.
Los Evangelistas Mateo y Lucas coinciden en señalar a la pequeña localidad de Belén de Judea, a poca distancia de Jerusalén, como lugar del nacimiento de Jesús. Mientras Mateo se limita a indicar que en el momento del nacimiento reinaba el rey Herodes, Lucas llevó a cabo una labor de historiador para justificar el lugar y el momento al relacionarlo con una supuesta orden de empadronamiento dictada bajo el Gobierno del emperador Augusto y durante el reinado de Herodes. Pero se equivocó gravemente. Si el territorio era gobernado por Herodes, Augusto no podía dictar ningún empadronamiento en un territorio que no formaba parte del Imperio Romano. Comete además otro grave anacronismo: dice que el censo lo ejecutó el gobernador de Siria, Quirino. Está atestiguado que este personaje fue gobernador de Siria y que llevó a cabo un empadronamiento, pero en el año 6-7 de la era cristiana, al menos diez años después de la muerte de Herodes y del nacimiento de Jesús. Es evidente que el Evangelista Lucas tenía cierto conocimiento de que por aquellas fechas, unos 80 años antes de cuando escribe, había habido un censo de población en el Imperio y trató de explicar el hecho anómalo de que un galileo como Jesús, que vivió toda su vida en la aldea de Nazaret, a unos 150 kilómetros más al norte, hubiese nacido en Belén de Judea, pero se equivocó. Por lo demás, aunque se hubiese realizado un censo de estas características, José y María no habrían tenido necesidad de trasladarse a Belén pues las personas se registraban en el lugar donde tenían fijada su residencia.
El intento por parte de ambos Evangelistas de situar el nacimiento de Jesús en Judea tiene una sencilla explicación. En el momento en que se redactan los Evangelios estaba generalizada entre los seguidores de Jesús la idea de que él era el Mesías, que era esperado según la tradición judía. Ahora bien, el Mesías era concebido como un nuevo David, el gran rey fundador del reino de Judea en el siglo X antes de la era cristiana, que había nacido en Belén. Por lo tanto, también el nuevo Mesías debía ser un descendiente suyo y nacer también en Belén de Judea. Lo expresa muy bien Lucas: «José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, para empadronarse con María, su esposa».
¿Cómo explicar tantos errores y contradicciones? No es obra de Satán, como sugería con buen humor José Luis Sicre. Los Evangelios no son biografías de Jesús sino escritos que pretenden difundir su mensaje y el significado de su vida y su muerte. Además, los Evangelista no eran historiadores, aunque a veces intentasen aparecer como tales, y las gentes de la época no tenían el espíritu crítico con el que hoy día leemos sus escritos.
Como conclusión, no se puede admitir que Jesús naciera en Belén. Jesús fue un judío auténtico, pero de Galilea, que debió nacer en un día del año desconocido, pero no el 25 de diciembre, verosímilmente en Nazaret, y, al menos, cuatro años antes de la fecha fijada por Dionisio, el inventor de la era cristiana. Su nacimiento en Judea obedece al intento de explicar una idea teológica, la condición de Mesías, pero es indefendible desde el punto de vista histórico
Hace algunos años, siendo papa Benedicto XVI, que sabía bien que Jesús no había nacido en Belén, quiso transmitir el nacimiento en Nazaret por medio del belén que se instala todos los años en la plaza de San Pedro. Pidió que se representase su nacimiento en una casa típica de Galilea, sin establo y los aditamentos de la mula, el buey y los pastores. Las protestas, como es natural, fueron unánimes y el papa no repitió la experiencia. Es bueno guardar la tradición y las costumbres, pero también es bueno conocer la historia de un acontecimiento histórico tan importante como el que se recuerda con la celebración de la Navidad en todo el mundo cristiano.
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