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La etimología de 'investigare', evidente progenitor latino de nuestro 'investigar', resulta filosóficamente interesante. Pues 'vestigium' (vestigio) es la huella que los pies dejan en el suelo. Así 'vestigare' es seguir las huellas, es decir, las pistas e indicios: rastrear. La 'in' de 'investigar' supone una ... intensificación: es buscar con cuidado, con atención, con método, metiéndose más. Notemos que implica que el conocimiento no es simple intuición de la realidad, sino siempre una inferencia a partir de indicaciones, signos. Por eso existe una historia de la ciencia: construcciones que ampliar, remodelar o, en ocasiones, demoler si las huellas se declaran en huelga general.
Las estadísticas son vestigios de la vida social, que el ciudadano, el periodista, el especialista en ciencias humanas y el filósofo examinan como los arúspices etruscos examinaban las entrañas de un buey. Bien se llaman 'indicadores', porque, más que mostrar el objeto, apuntan hacia él desde cierta limitada perspectiva. El caso es que la investigación de las estadísticas de investigación se ha vuelto algo fundamental, por la trascendencia del conocimiento científico y tecnológico en el presente y porvenir de nuestra sociedad. Los acrónimos tratan de resumirlo con 'I+D+i', investigación más desarrollo más innovación, aunque puede que esta apariencia de álgebra ahuyente a bastantes (votantes) a quienes debiera atraer.
¿Cómo estamos en Cantabria de este factor crucial? La Fundación Cotec comparó en el ámbito nacional y autonómico los datos de gasto en I+D+i disponibles para 2020 y para el máximo precrisis, y encontró que, en porcentaje de inversión, en estas actividades, Cantabria ha sido la segunda peor comunidad en evolución, con La Rioja como farolillo rojo. En ambas la caída de inversión ha sido de 24 puntos (han perdido una cuarta parte de su gasto inicial). En cambio, en País Vasco y en Castilla ha crecido. Por lo que se refiere a personas empleadas en I+D, Cantabria decrece y es quinta por la cola, empatada con Asturias.
Así, nuestra comunidad se sitúa en el lado malo del cuadrante donde se representan los niveles de inversión y empleo en estas tareas del buscar con método; en compañía de riojanos, canarios, navarros, aragoneses y manchegos. La media nacional, a su vez, quedó notoriamente lejos del 2% marcado por la Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación 2021-2027 y de la media de veintisiete países de la Unión Europea: un 2,32%. Esto de incumplir los planes de investigación es en España más clásico que Calderón, Quevedo y Lope de Vega juntos. Pero, en este tren de cercanías cognitivas que se retrasa sobre el horario de ferrocarriles científicos, nosotros viajamos además en el furgón de cola. De modo que los vestigios que dejan nuestros cántabros pies en el camino del conocimiento no son muy marcados.
En 2015, la parte de PIB dedicada a I+D era en España un 1,22% y en Cantabria un 0,84%, es decir, una desventaja de 36 centésimas. En el más reciente avance de 2020 que he encontrado, estas cifras eran respectivamente 1,41% y 0,93% (en los vestigios oficiales cántabros se han colado errores, usted fíese de mis fuentes) y ahora la diferencia negativa es de casi medio punto.
La cuestión se plantea doble. Primero: ¿qué hacer para saltar hasta igualarnos con la media nacional? Segundo: ¿cómo cumplir en nuestro caso las metas marcadas por la planificación? Estas metas dicen que en 2027 la inversión debería ser el 2,12% del PIB. Si para entonces el tamaño de nuestra economía es, pongamos por caso, de 17.000 millones de euros, esto implicaría un volumen de investigación de 360 millones. A falta de los datos del año pasado, estamos ahora en 120 millones. Como el superávit último del Gobierno de Cantabria fue de 128 millones, no ahorraré la paradójica observación de que el presupuesto del 'no hacer' es mayor que el de 'investigar'. Llegaremos lejos así, ¿verdad?
Si aspiramos a ser una región de conocimiento, un 3% (unos 500 millones) sería un objetivo estratégico. Sin una sólida alianza entre lo público y lo privado, parece altamente improbable de cumplir. Castilla invirtió en 2020 un 1,37% del PIB y nuestros vecinos vascos, un 2,2%. Convendría aprender de los prójimos próximos.
Se trata también de proporcionar empleos de calidad en la economía de los eurekas. Ahora hay poco menos de 2.000, de los que 1.300 son propiamente investigadores. Esto podría multiplicarse. Aquí la ciencia necesita al arte: como cuando se dice «a ver si te das más arte». De modo que para, que haya más científicos y tecnólogos, necesitamos que primero haya más artistas... del darse arte.
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