¿Viajero o turista?

Digo yo que no cambia mucho tu 'estatus' si eres de los que no se pierde un museo o, al contrario, no los pisa y se dedica a desgastar las aceras del destino elegido sin rumbo predefinido. O si eres de los que no se salta los restaurantes que recomiendan las guías de viajes o los influencers del momento o, antagónicamente, de los que se dejan sorprender siguiendo su instinto y comen donde les puso el momento, o el camino.

Por el trajín de mi oficio he tenido la dicha de visitar países y ciudades en varias ocasiones; nunca la primera fue la mejor. Es obvio que ir a París y no disponerte bajo su famosa torre metálica es de outsider total. Pero en ese viaje primigenio vas con la lengua fuera. Sudando la gota gorda. A codazo limpio para no regresar y tener que admitir en esa cena entre amigos que no viste con tus propias pupilas –rojizas por el esfuerzo– las paradas clásicas de dicho –a veces dichoso– lugar. En la calma chicha de las siguientes visitas encontré el regocijo, el relamerme descubriendo ese otro latido de mi destino en cuestión. En cualquier caso –o en cualquier etiqueta– hay una fuerza –más allá del selfie recurrente y presuntuoso– que nos empuja a conocer sitios, costumbres y personas diferentes. Eso nos ayuda a conocernos un poquito más. A situarnos mejor –no solo geográficamente– en este inabarcable planeta.

«Hay grandes viajeros que nunca han salido de su barrio y turistas que han recorrido el mundo sin por ello ser viajeros». Así de rotundo y certero se manifiesta Sánchez Dragó sobre el sentirse una cosa u otra. Y ¿por qué no ambas? De tu actitud dependerá el éxito de tu periplo, como casi todo en nuestro transitar vital. De tu predisposición a la fascinación, desde el más nimio detalle al más deslumbrante. Sea tu primera o tu quinta vez. Viajes –o turistees– a un destino remoto o a un paraje próximo a tu hogar.

Mientras recojo 'la alfombra' y cierro mi maleta (literal) para empezar mi próximo viaje, en el que estaré inmerso al publicarse estas líneas, me viene –como anillo al dedo– la cita de Robert Louis Stevenson: «No existen tierras extrañas, es el viajero el único que es extraño». Señoras y señores, disfruten del viaje.