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Era la Gallarda una vaca de raza ratina (Parda alpina) que tras muchos años en la misma cuadra, habiendo dado terneros y leche en abundancia, de la noche a la mañana se encontró viajando todos los lunes con el hijo de su dueño a la ... feria en Villablino de Laciana. El objetivo era su venta, el precio lo estipuló su dueño y así le dijo a su heredero que de aquella cifra primera no le trajera un duro menos.
Lentamente bajaban el joven y 'La Gallarda' los 12 kilómetros que distan entre las poblaciones para volverlos a subir al atardecer. El primer día no se vendió, y las siguientes semanas tampoco. Cada vez la vaca era más vieja y más flaca, pero donde la llevaban iba. Con cierto humor recibían los tratantes y posibles compradores a la singular pareja, pero el dueño no cedía en sus pretensiones económicas. Quizá le pasaba como a la lechera del cuento, se había imaginado un montón de prósperos negocios tras la venta. Al final, la vaca se malvendió a plazos por cansancio, sin cobrarse jamás la totalidad de su ya rebajado precio.
Pienso en los negocios de los humildes, que generalmente los suelen hacer más pobres de lo que eran. También me produce tristeza la infancia y muchos de los sacrificios de tantos mayores, constructores del país tras la guerra, valedores económicos de los hijos, olvidados lamentablemente de la administración y de los bancos por su ignorancia de las nuevas tecnologías. La vida de estos buenos viejos y la de 'La Gallarda', parecen paralelas, vueltas y revueltas, quiebros y requiebros, para terminar viejos y flacos en un incierto destino.
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