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La sociedad española lleva tiempo queriendo alcanzar legalmente a países donde la eutanasia no es delito. Por eutanasia entendemos la decisión libre para alcanzar la muerte si se dan estas condiciones: intenso dolor, enfermedad irreversible cercana a la muerte y carencia de alternativa. Es la ... solicitud de morir dignamente y respetar la libertad individual, al introducir en el ordenamiento jurídico un nuevo derecho individual, la eutanasia.
La proposición de Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia deja claras sus intenciones: «se busca legislar para respetar la autonomía y voluntad de poner fin a la vida de quien está en una situación de padecimiento grave, crónico e imposibilitante o de enfermedad grave e incurable, padeciendo un sufrimiento insoportable que no puede ser aliviado en condiciones que considere aceptables, lo que denominamos un contexto eutanásico».
Los que ahora se escandalizan, posiblemente se transformen, como ya ocurrió con las anteriores conquistas sociales, en sus más fervorosos defensores. No dudarán en utilizar la ley en su beneficio como sucedió con el divorcio o el matrimonio entre personas del mismo sexo, sin que ahora nombremos a quienes sufrieron tal transformación.
Algunos representantes de ciertos partidos políticos describen esta ley como una doctrina de muerte, cuando es precisamente todo lo contrario, un genuino canto a la vida: nada se opone más a la vida, al deseo de gozar con nuestra vida y todo lo que nos proporciona, que una agonía intolerable para quien la padece.
Es cierto que nadie nos consulta para venir a este mundo, pero una vez en él, es pertinente que podamos decidir el momento de abandonarlo si se producen situaciones en las que no hay ninguna esperanza de mejoría.
En este país siempre han existido aquellos que ambicionan tutelarnos porque nos consideran incapaces de conocer y distinguir lo que nos conviene. A nuestro pesar y por nuestro propio bien, velando por imponer lo que a su juicio es lo único legítimo, realizan afirmaciones que dejan entrever que estas leyes, relacionadas con cuestiones de conciencia, supusieran su obligatoriedad. Es lo contrario, se amplía nuestra libertad para decidir lo que queremos hacer con nuestra vida.
Este deseo de imponer los propios criterios manifiesta la gran inseguridad en esas convicciones que se pretenden universalizar a la fuerza. No hay argumentos sino afirmaciones a modo de dogmas universales e indiscutibles.
A nadie obliga esta ley, ninguno hemos de suscribir ningún testamento vital, pero, por esta razón, es una excelente noticia que nadie sea perseguido legalmente por realizar actos de conciencia.
Los que no consideran que este mundo sea un valle de lágrimas, los que tampoco piensan que el dolor les purifique, quienes estiman que poner fin a su vida no les impide cumplir con su religión o quienes no tienen religión; en definitiva, quienes persiguen ejercer su libertad de conciencia pueden decidir no continuar viviendo en condiciones desnaturalizadas e incompatibles con la dignidad humana.
La vida no es un don divino, la vida es mucho más. Es la conditio sine qua non. Sin ella no ha lugar para las emociones, el deseo o el amor. Señalan pensadores como Lucrecio, Schopenhauer o Sartre que nada éramos antes de nacer. Al morir dejamos el recuerdo y la impronta de nuestra existencia entre quienes nos han amado. Algunos pensamos que dejar en su memoria la tristeza de una prolongada agonía no es el mejor legado.
La eutanasia no está presente en el cine español de este siglo, excepto en el filme de Alejandro Amenábar sobre Ramón Sampedro 'Mar adentro'. Aunque fue un suicidio, no médicamente asistido, supuso la reactivación del debate social sobre las posibilidades de la muerte en el siglo XXI.
Las invasiones bárbaras y 'Million Dollar Baby' sí presentan casos de eutanasia. En la primera, un enfermo terminal pide a familia y amigos que le administren una inyección letal. En la segunda, la protagonista queda tetrapléjica con respiración asistida y solicita a su entrenador que le ayude a morir, quien, a pesar de sus convicciones religiosas, lo hace. Es interesante la toma de decisiones de la protagonista de 'Mi vida sin mí' dónde se produce la planificación de quien sabe que va a morir pronto.
Este funesto año 2020, pese a todo, nos ha proporcionado una buena noticia. Que nuestro parlamento haya podido aprobar por fin una ley para regular la eutanasia con todas las prudentes cautelas aconsejables, es un acontecimiento muy positivo.
Max von Sidow, bajo la dirección de Bergman, jugó en 'El séptimo sello' una partida de ajedrez contra la misma muerte. Es momento de celebrar que los ciudadanos españoles podamos decidir enrocarnos para prolongar el inevitable desenlace, de ser esta nuestra opción vital, o dar por finalizado un emocionante juego que no queremos proseguir y dejar a nuestros deudos el grato recuerdo de otros tableros y hazañas.
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