La vida moderna sigue siendo un sueño
ESCENA/PALACIO DE FESTIVALES ·
Un teatro barroco remozado que acaba siendo una obra muy coral y musicalSecciones
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ESCENA/PALACIO DE FESTIVALES ·
Un teatro barroco remozado que acaba siendo una obra muy coral y musicalEn un tranquilo monte de Polonia dos sombras se acercan a un edificio y una de ellas exclama: «Hipogrifo violento, que corriste parejas con el viento», versos pareados clásicos. Así comienza 'La vida es sueño', obra dramática de Calderón de la Barca, siglo ... XVII problemático y febril. El Teatro del Temple, grupo zaragozano con larga trayectoria de producciones novedosas de autores del siglo de oro español, lo traslada a tiempos más modernos. El pasado miércoles presentaron su versión en un Palacio de Festivales con buena entrada, salvo las filas de un palco vacío. Ese día la cultura no contratacaba mucho.
Concebida como tres jornadas diferentes, la adaptación hace de la historia del príncipe Segismundo y su padre el rey Basilio un continuo en el que se suceden prisiones y libertades, sueños y realidades. La rotura de estas tres partes atropella la acción y, a ratos, se vuelve frenesí, algo que ya había adivinado Calderón cuando se preguntaba qué era la vida.
Un montaje donde Polonia semeja un almacén lleno de telas colgantes, los actores encapuchados ninja y donde la pareja protagonista de padre-hijo parece tener las edades cambiadas. Mientras tanto, un músico (Gonzalo Alonso) se afana en una esquina por crear atmósferas tranquilas o intensas -según toque, evidentemente- rodeado de una gran variedad de instrumentos, desde la chirimía, al sitar o al doudouk. Los pocos elementos escenográficos dan juego para simular castillos, campos de batalla o la torre desde donde se clama «¡Ay misero de mí!, ¡Y ay infelice!». La labor de iluminación logra los efectos deseados, creando ambientes y espacios intemporales. Un acierto.
Una obra donde el trabajo actoral -cinco actores y dos actrices- requiere un gran esfuerzo físico. Destaca la interpretación y declamación de José Luis Esteban (Segismundo); su verso es claro y su sufrimiento creíble. Otros recitados, como los del actor-director Carlos Martín que se oculta tras el nombre de Yesus Bazaan (Basilio), se entrecortan y deslucen diálogos. Minerva Arbués hace un gran papel como Rosaura con registros diferentes y momentos en que se adueña de la escena. Un teatro barroco remozado que acaba siendo una obra muy coral y musical. Tiempos modernos en los que la vida sigue siendo un sueño y los sueños, sueños son... ya lo dijo Calderón.
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