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Ya no existen aquellas giras de las compañías de teatro que los aficionados de provincias esperábamos como el Santo Advenimiento, sobre todo en verano. Ahora son de otra manera.
Las representaciones se almacenan muchas veces en cualquier plataforma de éxito y se pueden disfrutar (¿?) ... en casa tras la pandemia. Todo es hoy post-covid cuando debería de ser intra-covid desde que esa pesadilla, que lo cambió todo, se ha teatralizado y mutado a tragedia al poco de nacer en 2020. Más tarde se hizo conviviente a través de una intrusión desalmada que todavía conserva su maldad, aunque mate menos.
Recordamos con nostalgia la efervescencia anterior del teatro, cuando La Abadía, por ejemplo, era el faro de lo mejor de las representaciones en una ciudad como Madrid volcada siempre con la escena como Nueva York o París o Londres o Buenos Aires... Que acogía un millón de espectadores por temporada, cifra que no alcanzaba ni el Bernabéu de las Copas de Europa.
Como aquella Barcelona modernista, culta y libre, hoy embarrada por mor de los afanes enloquecidos de su burguesía antes envidiada, y de algunos otros, que se lo llevó todo por delante, incluido el teatro, esperemos que de forma temporal.
La Gira del Norte era espectacular. Desde las salas de Madrid o de Barcelona la cultura del espectáculo caminaba hacia Bilbao, Santander, Oviedo, La Coruña... proponiendo lo mejor de la temporada con sus autores/actores de éxito y alguna inclusión europea destacada. Todo un lujo costumbrista habitual casi desde La Barraca hasta nuestros días.
De todo ello hablaba yo recientemente con un amigo de esos 'del alma' al que hace mil años rescaté de la bohemia en que estuvo inmerso con su afán juvenil de vivir la vida hippy y que por poquito se deja la suya en el camino. Como puede suponerse fácilmente, conservamos una amistad entusiasmada que disfruto enormemente al haber propiciado su huida desde el bucle en el que parasitaba.
Cuando tenemos oportunidad de hablar lo hacemos siempre con el teatro al fondo del que fuimos grandes aficionados. «El compendio y breve crónica de los tiempos», decía Hamlet. Un refugio indestructible para la mente que penetra en la vida de los demás y muestra las ilusiones y las desdichas.
Hoy es médico de gran prestigio en Andalucía y siempre suele añadir a sus comentarios: «No hay nada más teatral que la vida misma... mira la mía», refiriéndose a aquellos tiempos que eligió vivir en una cueva que ni Kafka, ni Brecht, ni Dürrenmatt, ni Beckett representados por José Luis Gómez, nuestro gran actor/director, hubieran podido imaginar tan agitada. En cualquier caso: ¡ Qué viva el teatro y los que lo defienden !
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