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Cuando finaliza la Guerra Civil en 1939, se prorroga durante al menos un año el servicio militar. Fue un año de lento caminar que en el ocaso de 1940 origina el regreso masivo a casa desde el frente de guerra de toda una generación de ... hombres/niños/soldados. Regresan agotados a sus ciudades, a sus pueblos. Volvieron con sus botas deshechas de largas caminatas, con el cansancio que dan la miseria y la muerte cercana, con la foto desgastada a besos de sus novias y la mente ilusionada de sus sueños, intacta. Se produce entre 1941-44 el mayor aluvión de matrimonios de la historia en España y consiguientemente y muy deseados, la mayor tasa de natalidad conocida. Una necesaria e ilusionante explosión demográfica. Se celebraron miles de bodas y bautizos en toda la geografía de nuestra nación que, sudorosa e impactada todavía, amanecía de una guerra todavía más inexplicable.
Fue una armadura de cariño recuperado y amor con la que empezó a caminar una España nueva que algunos aún califican, debido al sistema de gobierno de entonces, de 'periodo grisoscurocasinegro', que no lo era. No fue así, no fue tan oscuro. Se había convertido en una España pobre, una nación con hambruna y racionamiento, pero con jóvenes recién casados/as, ilusionados, de mirada limpia y ojos tristes, que le representaban bien, con gran pasión transformadora hasta donde se lo permitía lo difícil de sus vidas.
Era gente dura, fajada, que se habían hecho mayores en las trincheras y buscaban el cariño que no habían conocido cuando eran niños. Irradiaban esfuerzo y amor que labraban en los suyos. Ni un reproche a sus mayores ante lo cruel e increíble de una guerra donde fueron actores a su pesar. Jamás quisieron hablar de los años de guerra civil y de sus vicisitudes. Sólo caminar, ya con zapatos nuevos. Muchas veces, cuando no se conoce, se retuerce, se distorsiona o se deforma la Memoria Histórica y se hace porque se opina desde una u otra orilla del conflicto con el resentimiento, sin oírles a ellos. No se escuchó bien su silencio, que debería haber sido fielmente reproducido e interpretado.
Y de ahí, y en aquel momento, nacía la generación-descendencia llamada de 'los viejos rockeros nunca mueren', por tener empapadas sus costuras de Johnny Hallyday, de Sylvie Vartan, de los Beatles, de los Rollings, de Dylan, de Aznavour, de Lennon y sobre todo, sobre todo de Elvis y «de hacer el amor y no la guerra». Y también, de los de casa: Aute, Los Bravos, Miguel Ríos, Serrat en castellano, una canción de Massiel ('Rosas en el mar'), de el Duo Dinámico, Los Brincos, de Juan y Junior, de Raphael, de Sabina (más tarde) o de Julio Iglesias.
Una nueva generación de esperanza capaz de alcanzar proyectos nuevos, inquieta, un tanto vigilada, pero eso sí, con una misión 'entre cejas': unir los trozos de cristal progresando al mismo tiempo y olvidando viejos rencores, trabajando duro y viajando juntos. Fue la generación que puso a España en el mundo que era nuevo y desconocido.
Y no sólo en la música. También en el deporte, en la medicina, en la arquitectura, con pinitos en la industria y en el comercio, y aprendiendo a la vez a conducir dentro y fuera del automóvil para llevar a España al periodo de paz y prosperidad más venturoso de su ya larga historia. ¡Todo un éxito!
Esos hombres y mujeres fueron los primeros en llenar las pocas universidades existentes, en premiar el esfuerzo, y los primeros en construir barcos y carreteras, cada uno a su nivel profesional y ya sin peleas.
Y después, en pleno rock y la movida, les tocó sino promover, sí dirigir la transición. Y lo hicieron bien, con generosidad, con cesiones, con pactos de la Moncloa y grandes dosis de interpretación del bien común. Y todo sudando la gota gorda.
Y al final, la jubilación prometida, satisfechos del trabajo realizado, mirando al mundo digital naciente con estupor y admirando todo lo nuevo que se viene rodeados del cariño de sus hijos/as y del de los hijos de sus hijos. ¡Trabajo finalizado! ¡Tarea bien hecha!
Sólo quedaba despedirse y cerrar la puerta habiendo dejado detrás un mundo mejor que el que les dieron, y más hermoso y más justo...
Y de pronto surge el coronavirus Covid-19, desconocido, malhadado, agresor y traicionero que acelera las cosas. Y no les importa morir pero, eso sí, queridos españoles sin memoria, con dignidad, la que ahora les niegan y que es de ellos, que es de su pertenencia. Se la prestaron y no la ceden. ¡Les tiene que ser devuelta!
«Aquel que haya llevado una vida justa, es partícipe de un mejor destino y el que haya vivido injustamente de uno peor». (Platón. Diálogos).
PD/ Esta generación olvidada estos días, que es la mía, tiene el placer de dedicarles a todos ustedes una canción de su época de Simon (otro Simon más creíble que el de las ruedas de prensa) and Garfunkel: 'Mrs. Robinson' especialmente cuando cantan 'Jesus loves you more than you will know' (Jesús te ama más de lo que sabrás).
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