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La última vez que pisé China fue el otoño pasado. Regresé a Europa bastante preocupado y con una inquietante sensación en el cuerpo que, a lo largo de 16 años viviendo y trabajando allí, yo no había tenido nunca. Todo (el trabajo, la vida cotidiana, ... las interacciones diarias, etc.) resultaba, a pie de calle, aparentemente normal y la rutina chinesca a la que nos acostumbra China no era muy distinta a la que veníamos viviendo en el país desde que comenzó la pandemia. En términos generales: una cotidianeidad mucho más «normal» que la que venía viviendo el resto del mundo desde marzo del 2020.
Nada -aparentemente- había cambiado y, sin embargo, detecté (presentí más bien) un enrarecimiento en el ambiente que yo no había experimentado nunca antes: mucha más presencia policial, más gente uniformada en la calle, un descomunal despliegue de cámaras, más control, un claro endurecimiento en el discurso oficial, una vuelta de tuerca militarizada a la propaganda, un giro nacionalista en los contenidos publicitarios y cierto rechazo hacia lo occidental. Comentándolo, entonces, con otros expatriados de larga experiencia en China, no muchos compartían mis sensaciones: «Lo de siempre, Julio, ya sabes cómo es esto. Nada nuevo, sólo un poco más paranoicos y exagerados que de costumbre.»
Y, sin embargo, algo había cambiado. Hoy, los que siguen allí dan fe de ello en primera persona. Y lo están pasando mal. Los durísimos confinamientos a los que están siendo sometidas decenas de millones de personas en China nada tienen que ver con los vividos en Europa. Los videos de los «cuarentódromos», las imágenes de las condiciones en las que son recluidos (a la fuerza) los que testan positivo (y sus vecinos) o de los problemas de acceso a comida, la brutalidad y la desproporción en las medidas de implementación del Covid-Cero, ponen los pelos de punta. Ayer mismo me preguntaban: «¿Echas en falta China?». La respuesta es sí. Es un país que me ha abierto las puertas y siempre me ha tratado muy bien. Allí tengo mi equipo, muchos colaboradores, compañeros, amigos y gente a la que considero, prácticamente, de la familia. El problema es que la China que yo echo en falta, tal vez, sólo existe en mi recuerdo.
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