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Estemos atentos a los riesgos que corremos con las nuevas tecnologías. Porque ejercen una vigilancia excesiva en nuestras vidas, al tiempo que pueden controlar a ... poblaciones enteras con gran facilidad. Pueden jugar con nuestras emociones, la parte más vulnerable de los seres humano. De alguna manera se puede decir que pueden hacernos esclavos de ellas. Porque es cierto que quien controla las emociones controla las decisiones.
No podemos mirar a otro lado y debemos exigir a nuestros líderes que nos protejan de estas nuevas amenazas. El peligro de caer en la dependencia tecnológica es real. El neurocientífico francés Michel Desmurget defiende que las generaciones nativas digitales son las primeras con un cociente intelectual menor que el de los padres debido al uso desproporcionado de los smartphones. ¿Cuáles son las señales de que la tecnología se ha convertido en verdadera adicción? Pues una de ellas, y no la menos importante, la necesidad de que el móvil, el ordenador... esté disponible en todo momento. Verse privado de la conexión origina cambios de humor o de estado de ánimo en las personas (ansiedad, nerviosismo, enfado, frustración, se pierde capacidad de concentración) a través del condicionamiento de sus pensamientos.
Hoy día se juega tanto con emociones como con sentimientos y es así como se manejan las sociedades. Por medio de los teléfonos inteligentes y las redes sociales estamos todos tan interconectados que no podemos escapar de la más terrible manipulación. Hay muchos intereses y mucha gente luchando en ese campo de batalla del dominio mental. Los ricos y poderosos aspiran a moldear a las sociedades a su capricho. Corremos peligro de que nos conviertan en yonquis digitales distraídos con asuntos banales. Soros emplea cantidades ingentes de dinero para transformar las sociedades conforme a un modelo ultra-liberal que es muy peligroso para las personas.
El objetivo de las redes es tenernos enganchados a ellas el mayor tiempo posible, restando el tiempo necesario al sueño o al trabajo. Ahora bien, cuanto más tiempo, más información sobre nosotros facilitamos. Y saben muy bien las noticias que nos van a satisfacer para que pasemos más tiempo en ellas. Es un ejercicio cada vez más sano desconectarnos de las nuevas tecnologías durante unas horas al día para demostrarnos que no hemos caído en esa dependencia, que no somos yonquis digitales. Aunque que cada vez es más difícil. Que el móvil no sea lo último que veamos al acostarnos y lo primero que veamos al levantarnos, sino que seamos conscientes de que existe un mundo más allá.
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