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Con V de Viktoria

MICRO ABIERTO ·

Lunes, 30 de mayo 2022, 07:23

Llegó sola, con una única maleta. Estaba tan nerviosa como nosotros. Llevábamos días con el revoltijo de tripas del «qué tal irá todo». Mi hijo pequeño llevaba emocionado un folio de papel, a modo de cartel, con el nombre de ella escrito para que reconociera ... a su nueva familia temporal al atravesar la puerta de la terminal. Nunca antes habíamos cruzado una palabra, tan solo teníamos una foto y un número de teléfono, y esa misma noche pasaría a formar parte del núcleo familiar. Una más en la casa. Cada hogar tiene sus códigos y trucos, y meter un elemento nuevo en la fórmula conlleva un riesgo que asumíamos con total convicción, aunque con nervio. Una guerra absurda (como todas) había cruzado nuestros caminos. La vida es una sucesión de instantes inesperados, y este era uno de «los gordos». Como tanta gente de este país nos habíamos hartado de ver por la televisión a gente huyendo de sus casas con tan solo lo puesto. Y decidimos desenchufarla durante semanas y pasar a la acción. Hacer lo poco que podíamos hacer. Lo único a lo que alcanzábamos. Tras un penoso periplo de trenes abarrotados y largas esperas en estaciones de país en país, pudimos hacer que volara de Praga a Madrid. No olvido que hace tres años hubiera tildado de loco a quien me hubiera dicho que sufriríamos una pandemia mundial. No subestimemos a los aparentemente locos. En ella veo a mi hija mayor. Solo cuando llegó y nos detalló su situación supe que nos podía pasar exactamente lo mismo que a su familia. La desgracia a través de la televisión no es igual que cuando la miras a los ojos frente a ti. La empatía cobra otra dimensión.

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