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Qué desastre las residencias de ancianos. Cuánto hemos llorado y cuánto seguiremos llorando. Demasiada indefensión e indiferencia para nuestros padres, abuelos y también para ... nosotros mismos que algún día, tarde o temprano, formaremos parte de ese sector de población.
Entre esos llantos que contemplan el caos, la falta de medios de protección y las acusaciones de responsabilidades y 'falta de altura', quisiera felicitar a una de esas residencias, el CAD (Centro de Atención a la Dependencia) de Santander, la gran residencia pública de Cueto, el buque insignia de las que dependen del Icass (Instituto Cántabro de Servicios Sociales) y cuyo director, Nicolás Peña Sarabia, al frente de un grupo de unos 200 profesionales, ha sabido coordinar y gestionar para el bienestar de sus 198 residentes con un balance bastante positivo, si tenemos en cuenta que no ha registrado ningún fallecimiento por coronavirus, aunque esta semana haya conocido, con incredulidad, la detección de seis residentes positivos asintomáticos.
El éxito del CAD de Cueto, que contrasta con el triste balance del CAD de Sierrallana en Torrelavega, se ha conseguido en base a una labor de compromiso y empeño de todo su personal. Pero también por el sacrificio de los propios residentes que han tenido que soportar el confinamiento más doloroso de sus largas vidas. Para evitar contagios, el CAD, dentro de las normas establecidas por el Icass, prohibió las salidas y las visitas del centro. Ni siquiera los familiares más allegados han podido, ni pueden, tener contacto con los residentes, excepto las llamadas telefónicas y las videoconferencias.
Acaso haya sido un precio demasiado alto, porque durante las semanas de confinamiento, en el CAD de Cueto han fallecido diez personas, ninguna de ellas por Covid-19, aunque me indican que es un número demasiado elevado.
Si el signo más cierto de la vejez es el sentimiento de la soledad, acaso aislar esa soledad puede resultar tan cruel como el coronavirus, porque sin los abrazos de hijos y nietos, el sistema inmunológico se queda sin defensas contra la pena, sin duda otro virus que mata sin remedio.
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Ana del Castillo
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