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El rifirrafe que se produjo en el Pleno de la Corporación el día 28 de septiembre quedará en las actas municipales como testimonio de ... la visceralidad y del déficit de cortesía institucional; en resumen, de dialéctica política de baja estofa, olvidando que una de las formas más sinceras de respeto es escuchar lo que otros tienen que decir. El sistema de diálogo 'rufianesco' (Rufián) deja un poso, cuanto menos, incómodo. Momento en el que es casi inevitable recordar, por ejemplo, la altura del discurso de uno de los eximios concejales de Torrelavega, Emilio de Mier (PCE) –fallecido en 1994– luchador antifranquista, abogado y escritor, que elevaba el discurso en los difíciles plenos de los años 80 con una oratoria precisa, acerada, a veces engolada, pero siempre prístina y limpia. En todo caso, nada nuevo.
El diario de sesiones de la Cámara Baja recoge ejemplos desde hace un siglo. En la II República, Azaña fue el más vilipendiado por la derecha; le llamaba 'El Verrugas'. Pablo Iglesias le espetó a Antonio Maura que «antes de que su señoría suba al poder debemos llegar hasta el atentado personal» (1910). Enedina Álvarez (PSOE) le dijo «marrano» a José María Aznar (1999). José Antonio Labordeta (Chunta Aragonesista), en 2004, llamó al popular Carlos Aragonés «gilipollas». Ese mismo año, Andrés Ayala (PP) recibió del socialista Salvador de la Encima un «mamarracho». Josu Erkoreka (PNV) llamó «cabestro» a José Bono (2008). En 2013 un diputado del PP le dijo «imbécil» y «canalla» al parlamentario de ICV (Iniciativa por Cataluña), Joan Coscubiela. José Gutiérrez Portilla recomendó en 1988 al presidente Hormaechea que «debiera disfrazarse de cerdo porque le gusta revolverse en la basura....».
Sin llegar al embarramiento, la diatriba entre Iván Martínez (ACPT) y el alcalde Cruz Viadero (PSOE), transcurrió con dudoso nivel. Se trataba el asunto de las empresas participadas por Bernardo Bustillo, secretario general del PSOE en Torrelavega, iniciando toda una pieza ejemplo de falta de altura:
Iván Martínez (IM) –…Y aquí entra el Partido Socialista de Torrelavega ya que su secretario general…
Alcalde (A): (Levantando el dedo en señal de advertencia): –Cuidado con lo que dice a partir de ahora.
IM –Lo que digo lo voy a mantener.
A –Cuidado con lo que dice a partir de ahora (insiste).
IM –¿Esto, señor alcalde, es una amenaza?
A –Tenga cuidado con lo que dice a partir de ahora, ¡que no mienta!
IM –¿Es una amenaza señor alcalde?
A –Es que le veo que va a empezar a mentir ¡Cuidado con mi partido, tenga usted mucho cuidado!
IM –A su partido le sacaré los colores cuando se los tenga que sacar.
A –Y yo a usted.
IM –Y si no le gusta, señor alcalde, es muy sencillo: cambie de secretario general.
A –Y usted cambie todo su partido, que lo puede cambiar entero.
IM –Cuando quiera, me deja continuar con mi intervención y deje de amenazarme.
A –Mientras no mienta.
IM –Señor alcalde, la próxima vez que diga que estoy mintiendo, abandono esta sesión. El que está mintiendo es usted que está siendo cómplice de algo que a nuestro juicio no es ético porque una empresa cercana a su secretario general… (golpe en la mesa).
A –¡Mentira! Mi secretario general no tiene nada que ver con esa empresa. ¡Mentiroso!
IM –Pido que conste en acta las palabras dichas por el señor alcalde y me retiro.
A –Que consten en acta todas, por supuesto.
IM –Nos veremos donde nos tengamos que ver. Usted es cómplice de su secretario general.
A –Mi secretario general es una persona trabajadora, un ejemplo de persona trabajadora toda su vida, no como usted que no ha trabajado en toda su vida.
IM –(Dirigiéndose al alcalde) ¡Tómese la medicación!
Y así feneció el 'diálogo'.
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