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Recomendación sonora para acompañar la lectura: 'A te', de Jovanotti.
El amor duele. Cuando llega, porque arrasa con todo. Cuando se va, por lo mismo. Estas semanas asistimos a varias rupturas mediáticas –de relumbrón– radiadas, televisadas y debidamente (?) comentadas en instagram, twitter…
Siempre es difícil ... de encajar el directo que supone que te digan ciao, que te den boleto, que te inviten a salir por la puerta trasera de la vida de quién amas. Si el des-enlace es de mutuo acuerdo –menos probable– el escozor no es tan intenso. Aunque tampoco eso te librará del dolor, del aroma a fracaso, de la maldita sensación de culpa…
De las tres 'súper' rupturas hay dos con el denominador común de desequilibrio de edad, donde suele ocurrir que el de menor edad huye aburrido de una vida que no le corresponde tras un periplo en el que lo que le atraía de su pareja torna a montaña inexpugnable….
Mientras, la otra parte de la naranja se queda sin saber por dónde le pega el viento. El mayor desea chimenea y libro, el joven discoteca y jaleo. Un clásico. Aquí, de nada sirve la inteligencia, ni la sabiduría de esa parte afectada. Señoras y señores, estamos hablando –divagando– de amor. Cuando los protagonistas han hecho bandera de su amor en las redes sociales todo el rato, de una manera almibarada y casi déspota, una parte de la audiencia se ceba mientras celebra el descalabro alegando que ellos ya sabían que esto sucedería.
La tercera, la más abrupta y la que más divierte al espectador lleva 'infidelidad televisada'. Cómo nos gustan los cuernos en España. Bueno, siempre que no sean en nuestra casa, y sí en la del vecino o en la de alguna celebrity que lo cuente a lágrima tendida en algún plató. Ahí saca todo el mundo a relucir su moralina particular. Todos tenemos un médico, un seleccionador nacional, un crítico musical… y un tertuliano de papel couche dentro de nosotros. Más vale que no te asomes de soslayo al suceso porque acabarás totalmente enganchado, terminando incluso por pronunciarte sobre esto y aquello. Es tan insano como adictivo. Todo esto es gratis, pero hay gente que pagaría entrada –o suscripción– si fuera necesario.
Nunca es fácil pasar abruptamente de ser dos a uno. Mucho más difícil en una localidad pequeña que en una gran ciudad. E, imagino, muchísimo más difícil con periodistas pertrechados en la entrada de tu casa o con medio país escribiendo y juzgando sobre tu corazón ultrajado.
En estos tiempos donde lo queremos tener todo totalmente atado, lo único que hace saltar todo por los aires es el amor y su contrario, el desamor. Eso lo disculpa casi todo, y hace que nuestro transcurrir por la vida no sea plano y previsible. Como canta Carlos Chaouen, «el amor son dos flores que se riegan a diario», y últimamente hay sequía. Para cerrar esta columna, digna del 14 de febrero, me permito adaptar el gran grito bético: «Viva el amor, manque duela».
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