Secciones
Servicios
Destacamos
El problema fundamental de la fe no consiste hoy en cuestionar alguna de las verdades del dogma católico o de la moral cristiana. Se trata ... más bien de un estado de ánimo generalizado. La fe no corre peligro porque circulen entre nosotros interpretaciones equivocadas de algún dogma ni comportamientos de carácter moral deficientes. El peligro mayor deriva de una vivencia de la fe debilitada, acobardada ante el avance del secularismo, que no capacita para hacer propuestas de futuro o configurar vida en el futuro y produce desconfianza. El verdadero problema para el hombre de hoy es percibir que la fe se ha vuelto insignificante. No es la roca firme en que nos apoyarnos ni la fuente de nuestra fortaleza. Nos vemos rodeados de increencia, unas veces explícita y agresiva, y en otras ocasiones inconsciente e implícita. La carencia de fe es la atmósfera que se respira.
Es verdad que la sociología de la religión habla de una vuelta de lo religioso, de la espiritualidad. Se trata de una manifestación de que el hombre no se conforma con vivir encerrado en el mundo material sin la dimensión espiritual. Pero no es suficiente, porque sigue faltando la fe en Dios como «alguien», no como algo, que nos dirige una palabra, que nos provoca a una forma de vida y que nos exige una respuesta. Precisamente por esto es necesario apostar, con sabiduría y humildad, por favorecer el encuentro personal con Cristo. Para que los que no creen o tienen una fe débil, encuentren la paz duradera que buscan, la alegría que llena el corazón y el sentido de muchos acontecimientos de su vida que hasta ahora les resultaban inexplicables. Cuando este encuentro se produce, quienes lo viven sienten ganas casi irreprimibles de comunicarlo a otros. Se ha producido el primer paso de una auténtica evangelización. Todavía no podrán dar catequesis propiamente dicha, pero ya pueden manifestar claramente el cambio radical que su vida ha experimentado a partir de que la persona de Jesucristo ha entrado en sus vidas. Luego vendrá el acompañamiento, sobre todo espiritual, la formación cristiana y la iniciación para el compromiso en la vida pública.
Lo que ocurre es que esto significa vivir a contracorriente. Seguir el evangelio siempre pide conversión al Señor de todo corazón. Pero en verdadera sintonía con los deseos y anhelos más profundos de cada época. No hay que tener miedo a Dios y a la fe. Cuando mayor es la cercanía de Dios y mayor es la respuesta del hombre en la fe, su humanidad no queda disminuida, sino aumentada y exaltada, en expresión de san León Magno. La fe no es solo creer sin ver, sino luz para ver en profundidad, superando la banalidad y la superficialidad características de la cultura actual. El hombre de hoy todo lo quiere al minuto, en un clic. Pero no todo se puede conseguir de un modo rápido e instantáneo. La madurez en la fe necesita tiempo. Porque la fe es fortaleza para soportar la vida en todas las circunstancias también cuando son negativas y difíciles. No porque nos permita eludir el dolor, sino porque nos ofrece la posibilidad de encontrarlo un sentido.
La fe actúa por medio del amor y de la caridad para aliviar y transformar la situación concreta que tenemos ante nuestros ojos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El rincón de Euskadi que te hará sentir en los Alpes suizos
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.