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Empezando con este título se asemeja en bastante medida a una turronada de El Almendro que nos ponía tiernos con aquellos anuncios navideños en la televisión, donde se recrea un momento con suspense y timbrazo, pasando a continuación a la intriga cadenciosa en la apertura ... de la puerta y en el umbral aparecía la persona querida que estaba transportada allende en los confines del mundo, al estar viviendo a cientos y cientos de kilómetros de sus seres queridos. Después de la reconfortante sorpresa, los sentimientos se aceleraban hasta que la explosión de las emociones, convirtiéndose en gritos, abrazos y besos, y como por arte de magia se iluminaban los rostros, apareciendo inundados de lágrimas incondicionales de cariño.
Después de esta introducción a continuación nos situamos en los primeros años ochenta del siglo pasado, estrenando la democracia y las nuevas tendencias productivas que se estaban implantando en este país maravilloso llamado España y, entre las decisiones dolorosas que se toman desde las más altas instancias, esta la reconversión industrial del sector naval y como quien escribe en aquel momento trabajaba en una empresa auxiliar de los astilleros haciendo la habilitación y carpintería de los buques, nos comunican que la empresa principal Astander, prescinde de nuestros servicios y tampoco subroga a los trabajadores de esta actividad.
En definitiva enunciado en román paladino, nos echaron a la puta calle, la verdad es que fue un duro golpe, que nos dejo desconcertados, aunque no tenias tiempo para los lamentos y tampoco te podías quedar de brazos cruzados, había que salir adelante como fuese, pues habías adquirido responsabilidades familiares, estábamos casi recién casados y con niños pequeños.
El trabajo era un bien escaso en ese momento y con muchas dificultades de encontrar y surge la oportunidad de entrar a hacer reparaciones en buques mercantes de la compañía Marítima Camargo, que consistía básicamente en chorreo, pintura, limpieza de sentinas, arranchado, engrase, vamos como pueden comprobar tareas de alto valor añadido (I+D+i).
Después haber pasado por varios buques para su adecentamiento, esta actividad se acaba y se nos ofrece enrolarnos como tripulación en faenas de marinería, nos tomamos nuestro tiempo para valorar los pros y los contras de tan arriesgada apuesta, pero al ver que la situación en tierra no mejoraba, aumentaba el desempleo, las expectativas de mejora se fiaban a largo plazo, aceptamos el reto de embarcarnos mi amigo Manolo, Cholo, Gabriel y yo.
No me pondré a repasar exhaustivamente la campaña, pero si describir la navidad embarcados del año 1984. La Nochebuena nos cogió en Italia en el puerto comercial de Piombino, zarpamos para Rotterdam con carga de maíz, parando a repostar combustible en el puerto de Ceuta el día de Nochevieja, por aquello de ser puerto franco y para ahorro al bolsillo del armador.
Las previsiones de la mar anunciaban un fuerte temporal, nada mas doblásemos el cabo de San Vicente, no se equivocaron en nada y a la hora de la cena había más ausencias a la mesa que comensales, las doce campanadas para recibir el nuevo año fueron en el puente del barco haciendo guardia, pues el piloto automático, saltaba con los golpes de mar y después de una noche infernal entramos a la mañana siguiente de arribada a la altura de las Islas Cíes.
Como premio a la heroicidad después de la tempestad, el día de Año Nuevo el capitán nos ofreció la posibilidad de llamar por teléfono desde el barco a nuestras casas, no existían las sofisticadas tecnologías de ahora y desde el puente hablábamos y al terminar la frase se decía «cambio y corto», además si te ponías cariñoso lo oían todos los que estaban contigo, vamos lo que se denomina intimidad a voces, para recreación en oído ajeno.
Al siguiente día zarpamos rumbo al norte de Europa, pero las previsiones de que la mar mejorara se complicaron y navegamos casi de cabotaje pegados a la costa del Mar Cantábrico, hasta que se toma la decisión de entrar a puerto nuevamente y en vez de ser Santander entramos en el puerto de Axpe en Bilbao, al cual llegamos el 4 de enero de 1985. Al llegar a tierra llamamos a casa para comunicar donde estábamos, y casi sin pasar nada de tiempo estaban a bordo mi mujer y mis hijos.
Ese mismo día sus Majestades de Oriente visitaron el barco para dejar sus presentes y no olvidarse de los regalos de los niños y en el camarote aparecieron un He-man, para Damián y un David el Gnomo para María, pero el regalo había sido que la carambola de los contratiempos nos había llevado, donde nunca habíamos soñado a pasar unas horas el día de Reyes todos juntos.
Como todo tiene un principio también tiene un final, el dejar de navegar a parte de las campañas que eran cuatro meses en la mar y dos en casa, se debió en gran medida a cuando regreso a casa, mi hija se echa a llorar porque no me conocía y pregunta con media lengua ¿que quién era ese señor? Llorando salté a tierra para quedarme para siempre. En estas fechas y en otras el deseo de salud y felicidad.
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