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Más de 94.000 estudiantes tendrían que haber regresado hoy a los colegios e institutos cántabros tras las vacaciones. La realidad es muy diferente. ... Lo es para nuestros docentes, que hoy desde sus casas, con imaginación y esfuerzo, se adaptan a un tipo de enseñanza que nunca creímos necesitar, mientras cuidan también, como todos, de los suyos. Lo es para las familias. Padres y madres han transformado salones y cocinas en aulas improvisadas. A las muchas preocupaciones que, en mayor o menor medida tiene hoy toda la sociedad dependiendo de con qué virulencia haya impactado el virus en la salud y la economía familiar, han sumado otra más. Porque no todos tienen los conocimientos, el tiempo, los recursos o las fuerzas para acompañar a sus hijos en este proceso formativo.
Pero la situación es distinta, sobre todo, para nuestros pequeños y jóvenes, que llevan más de cinco semanas sin salir de casa y a quienes ni siquiera podemos decirles cuándo y cómo podrán recuperar su vida. ¿Ya siempre va a haber coronavirus? Ésa fue la pregunta que le hizo hace unos días su hija a una persona de mi equipo. Nosotros sabemos que esta situación pasará. Sabemos que, antes o después y, lamentablemente, tras perder a miles de personas en este durísimo tiempo, podremos detener esta pandemia. Pero la incertidumbre que sienten mil veces agravada los más pequeños es perfectamente comprensible.
Por eso, todas las decisiones que hemos adoptado en este tiempo han tenido tres objetivos claros: acompañar a nuestros alumnos, no generar más tensión a las familias y no dejar a nadie atrás. Porque la escuela ha de aspirar siempre, y ahora más, a garantizar la equidad y la igualdad de oportunidades. Puedo entender a quienes, desde su visión particular, argumentan que no deberían flexibilizarse ni programaciones ni evaluación, pero en ningún caso puedo compartir esa postura cuando es mi obligación –y mi convicción–, atender a todos. Desde el Gobierno de Cantabria, con el apoyo de los ayuntamientos, hemos puesto en marcha un servicio para llevar comida a domicilio a alumnos con especiales dificultades. Se entregan más de 1.300 menús diarios. Sería inocente creer que esos alumnos y tantos otros tienen las condiciones materiales y familiares para enfrentar este periodo como si estuvieran en las aulas. Porque no lo están, y esa realidad lo resume todo. Y, sí, estamos haciendo un gran esfuerzo junto a centros, ayuntamientos y empresas para facilitar equipos y conexiones a quienes los necesitan. Salvar la brecha digital, ese es el mantra. Pero sabemos dos cosas: que esa brecha raramente es sólo digital y que este tipo de docencia que con voluntad y acierto realizan nuestros docentes nunca sustituirá a la que imparten en las aulas.
Ya es un fracaso que la desventaja socioeconómica tenga un impacto directo en el desarrollo académico de nuestros estudiantes. Que lo tenga además un virus sería una doble injusticia que también tengo la obligación de combatir. El final del curso será de la única manera que puede ser: distinto. Como distinta es nuestra realidad hoy. Se flexibilizarán currículos, programaciones y evaluaciones. Las repeticiones serán aún más excepcionales de lo que ya son en nuestro sistema educativo y, como siempre, las decidirán los equipos docentes. Los nuevos aspectos, que se abordarán sólo en la Enseñanza Secundaria, habrán de ceñirse a aquello que los profesores estimen como aspectos esenciales y con metodologías adaptadas.
Que ese 'acompañamiento' es imprescindible lo he podido corroborar hace bien poco. Junto a los comités de directores, acordamos trasladar a los tutores la conveniencia de efectuar una llamada o videoconferencia de 'tú a tú' a sus alumnos. Ese gesto tan sencillo es, con diferencia, la medida que más han agradecido las familias. Porque es vital que ofrezcamos a niños y jóvenes alguna certeza a la que aferrarse en este tiempo de incertidumbres. No es tanto que aprendan hoy el tema 10, es hacerles constatar que su profesora, su maestro siguen ahí y que lo aprenderán, sea este curso o el que viene.
Volverán a las aulas. No sabemos cuándo, cierto, pero volverán. Harán retumbar de nuevo cada rincón de los centros. Se formarán y vivirán un tiempo que, aunque hoy no lo sepan, atesorarán para siempre. Hasta que llegue ese día, docentes, comités de directores, sindicatos, organizaciones de familias, sociedad civil, administraciones públicas… Toda la comunidad educativa trabajamos para que estén lo más acompañados posible.
A todos, gracias. A los docentes, mi más sincero reconocimiento público. Si siempre habéis sido un pilar fundamental de nuestra sociedad, ahora además habéis demostrado estar a la altura de un reto descomunal. Y, a los más importantes, a nuestros alumnas y alumnos, mucho ánimo y mucha fuerza. Volverán a las aulas. Volveréis a las aulas.
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Ana del Castillo
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