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Es muy posible que esa fuese la pregunta que muchos votantes se hicieron en las elecciones autonómicas celebradas el pasado 14 de febrero en Cataluña, ya que, junto al lógico miedo al contagio por el covid-19, que seguro que hizo que más de uno ... decidiera quedarse en casa, ¿qué otra cosa, sino es pensar que su voto no serviría para cambiar la realidad que viven diariamente, pudo hacer que tanta gente decidiera no participar en tal votación?
Para ello es fundamental analizar las variaciones que el voto de un lado y otro del espectro electoral ha sufrido de unas elecciones a otras. Así, vemos que en el lado nacionalista -más bien habría que decir independentista, pues eso es lo que son ya todos y cada uno de los partidos en él integrados- el número de escaños que obtiene es muy semejante en las sucesivas citas electorales, con pequeños intercambios entre los partidos que lo conforman, lo cual posiblemente sea lógico, ya que los mismos actúan posteriormente conforme a lo que de ellos el elector puede esperar. Sin embargo, ¿qué pasa cuando quien gana es un partido de los de ámbito nacional, esos que ahora llamamos constitucionalistas? Pues simplemente que responden de forma bien diferente, por no decir totalmente opuesta, a lo que la mayor parte de sus electores esperaban de ellos.
Veamos lo sucedido en la primera ocasión en la que el PSC presidió la Generalidad de Cataluña. Pues que inmediatamente el Sr. Maragall planteó la modificación del Estatuto de Autonomía -y ello no para mejorar el mismo desde el punto de vista nacional sino para hacer otro en muchos puntos contrario a la propia Constitución española-, lo que posteriormente tuvo que ser corregido en algunos de sus extremos más chirriantes por el propio Tribunal Constitucional, una vez que ya había sido refrendado por el pueblo de Cataluña en el correspondiente referéndum, lo cual sirvió para que los independentistas descalificaran al propio tribunal y su papel como garante de nuestra Constitución. Fácil es deducir el sentimiento de muchos de los electores que habiendo votado al partido socialista vieron que su voto se utilizaba para separar su región del resto de España, más aún de lo que ya estaba con anterioridad, situación que nuevamente se reproduce cuando el PSC vuelve a ganar las elecciones con el Sr. Montilla al frente, dando así la sensación de que los representantes de ese partido, cuando llegan al poder, se muestran más nacionalistas que los propios nacionalistas, no sé si por convencimiento o simplemente por complejo ante ellos.
Y si tales relaciones las analizamos no ya desde el ámbito propiamente regional sino desde el de los gobiernos nacionales, la conclusión no es mucho más satisfactoria, pues tanto el PP como el PSOE sólo han hecho cerrar los ojos ante los excesos, cuando no irregularidades, cometidos por la Generalidad de Cataluña, a la que cedían importantes competencias, ademas de múltiples inversiones, cada vez que precisaban del apoyo de los partidos catalanistas. Así, el Sr Aznar les transfirió gran número de competencias que correspondían al Estado, a pesar de que con anterioridad Felipe González se había negado a dar tal paso. Del Sr. Rodríguez Zapatero, en su relación con Cataluña, los votantes que no sean independentista difícilmente podrán encontrar razones para entender que su voto sirvió para mejorar la convivencia en su entorno. Y del Sr. Rajoy seguramente la conclusión mayoritaria sería que sus actuaciones entran dentro del título de aquella ley sobre las fincas rústicas calificadas de 'manifiestamente mejorables'.
Y así llegamos a esta última cita electoral en la que después de comprobar que el triunfo de Ciudadanos en las anteriores elecciones no sirviera para nada, muchos se han debido plantear, ¿votar, para qué? ¿Para garantizar el uso del español en la escuela? Desde luego que no, porque a nivel nacional, por si no es bastante con la mordaza impuesta por la Generalidad al uso del español en la escuela, acaban de aprobar una ley que les dice: perder toda esperanza y si veis algún resquicio olvidaros de recurrir a la Alta Inspección, ya que no hará nada. Y a los que piensan que les pueden reducir su alta fiscalidad les dicen: no os quitaremos el impuesto de patrimonio, donaciones o sucesiones, pero no os preocupéis que obligaremos a ponerlos en el resto de comunidades que no los tengan, y así todos iguales. Es por ello comprensible que quienes sintiéndose totalmente catalanes se consideran también plenamente españoles queden defraudados al ver, una y otra vez, que mientras son despreciados por sus conciudadanos independentistas son también ignorados por los partidos de ámbito nacional cuando llegan al gobierno, lo que puede hacer que muchos de ellos, una vez que han ido cambiando su voto de un partido a otro y comprobado que el resultado final es el mismo, hayan concluido: votar, ¿para qué?
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