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El Consejo de Ministros designó ayer al extitular de Justicia Juan Carlos Campo y a la ex directora general de la Presidencia Laura Díez como nuevos miembros del Tribunal Constitucional. El artículo 159.1 de la Carta Magna establece que corresponde al Gobierno proponer al ... Rey dos de los doce integrantes que componen esa institución. Es de suponer que al hacerlo optará por personas en cuyo criterio y solvencia jurídica confíe. Pero es difícil creer que, al mismo tiempo, dé por sentado el carácter independiente de los elegidos -previsto también en la Constitución- cuando han desempeñado responsabilidades de primer nivel en el Ejecutivo durante la misma legislatura en la que son nombrados por éste.
El Gabinete argumenta que ambos cumplen con los requisitos de idoneidad que contempla la ley de leyes en ese mismo artículo. Así es en lo que se refiere a su formación y trayectoria de años. Pero la decisión supone una nueva vuelta de tuerca en la politización de los perfiles hacia los que la dinámica partidaria empuja los nombramientos correspondientes al Legislativo y al Ejecutivo. Como si las carreras profesionales en la Judicatura, en la Abogacía o en la Universidad solo pudieran aspirar a ser tenidas en cuenta para formar parte de órganos constitucionales si son identificadas con unos u otros grupos políticos con potestad para su designación.
Pero aún es más corrosivo para la democracia que la presunción de adscripción partidista no desmentida parezca prevalecer sobre una disposición menos comprometida o menos condicionada a la hora de pronunciarse sobre la constitucionalidad o no de las normas que esperan la sentencia de la corte de garantías o que en adelante puedan ser sometidas a su juicio. La ley de salud sexual y reproductiva, la de regulación de la eutanasia, la Lomloe o la reforma de la del Poder Judicial son algunas de las que esperan. La reciente producción legislativa y la que se anuncia por parte del Gobierno -leyes del 'solo sí es sí', trans, de familias, de gravámenes a beneficios extraordinarios...- puede acabar también en el Constitucional. Un tribunal que ha atravesado un período crítico y que en estas condiciones no acabará de asentarse como intérprete último de la Carta Magna a ojos de los ciudadanos. Solo la renuncia del PSOE y del PP a incrementar su representatividad colonizando el CGPJ y el máximo intérprete de la Carta Magna puede devolvernos a una democracia de contrapesos.
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