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Hace unos días, Iker Jiménez ha lanzado un mensaje en sus redes sociales en el que acusaba a una serie de virólogos de ocultar el origen de la pandemia de covid-19. Concretamente, el presentador de 'La nave del misterio' escribía en su perfil de ... Twitter: «26 de los 27 expertos firmantes de la carta en la que se pedía a la comunidad científica que se tildase de 'fake' lo relativo al origen del virus en el Laboratorio de Wuhan, tenían relaciones e intereses con ese centro y otras entidades chinas. No hay más preguntas señoría».
El mensaje se refiere a una carta firmada por 27 científicos que apareció publicada en la prestigiosa revista médica The Lancet el 19 de febrero de 2020. Allí afirmaban que se unían «para condenar enérgicamente las teorías de la conspiración que sugieren que el covid-19 no tiene un origen natural», y concluían diciendo «abrumadoramente que este coronavirus se originó en la vida silvestre».
El mensaje de Iker Jiménez es capcioso; no acusa directamente, pero empuja al lector a creer que el origen de la pandemia no fue natural. No aporta pruebas de sus graves afirmaciones, pero en realidad tampoco son necesarias: incluso aceptando que lo que dice es cierto, sigue sin haber pruebas de que el origen de la pandemia no sea natural.
El origen se sigue investigando, y una reciente investigación del Instituto Pasteur sobre los murciélagos que habitan grutas calcáreas en el norte de Laos, publicada en la revista Nature, ha encontrado en sus análisis tres virus similares al SARS-CoV-2, que han sido bautizados como BANAL-52, BANAL-103 y BANAL-236.
En el mismo artículo se explica cómo, el año pasado, se encontró el RatG13 en murciélagos de Yunnan: su ARN es igual en un 96,1% al del SARS-CoV-2, lo que apunta a que ambos virus compartieron un ancestro hace entre 40 y 70 años.
La existencia en la naturaleza de virus tan similares al causante de la pandemia parece indicar que su origen fue natural, pero alguien, por ejemplo el propio Iker Jiménez, podría alegar que eso no es una prueba directa, y tendría razón.
El secretismo del gobierno chino, las relaciones entre diferentes laboratorios, los intereses de algunos expertos... Todo ello alimenta cierto tipo de teorías, que crecen muchas veces al margen de los canales oficiales. Normalmente se basan en indicios circunstanciales y eluden la carga de la prueba sistemáticamente.
En este caso, lamentablemente, encontrar a estas alturas una prueba directa que avale el origen natural de la pandemia será muy difícil. Los resultados publicados en la revista científica Nature, y otros similares, también son indicios circunstanciales.
Quizás nunca lleguemos a saber de forma fehaciente cómo llegó este coronavirus a nuestras vidas. En todo caso, lo importante ahora es seguir remando todos en la misma dirección para dejarlo atrás de una vez por todas.
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