A vueltas con el voto útil

Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal proclaman que su objetivo esencial es impedir un nuevo Gobierno del PSOE de Pedro Sánchez y sus peligrosos aliados podemitas e independentistas, pero no han hecho gran cosa para evitar la fragmentación del centro-derecha que propicia el triunfo socialista. El plazo de presentación de candidaturas se cerró sin ningún acuerdo, ni siquiera para el Senado al que eventualmente correspondería abordar un nuevo 155 en Cataluña. Sólo vagas ofertas de colaboración en el futuro, intercambio de ironías de los ministerios que se ofrecerían mutuamente Casado y Rivera, y la petición del PP a Vox para que no concurriera en las 28 circunscripciones, entre ellas Cantabria, con menos de seis diputados para no regalar al PSOE de 20 a 30 diputados, dado el sistema electoral vigente. Nada que hacer. Ni Ciudadanos ni Vox aspiran a apuntalar al PP sino a sustituirlo en la hegemonía del centro y la derecha. Siempre es el partido grande el que en coyunturas de debilidad invoca el voto útil o eficaz, como prefieren llamarlo en el PP cántabro, que seguirá intentándolo durante toda la campaña del 28-A.

Naturalmente, los socialistas están felices con la competitiva dispersión en el frente enemigo. Ellos creen tener ya todo el voto útil que podían captar a costa del deterioro de Podemos en toda España y más todavía en Cantabria con una guerra interna de alto poder destructivo. El PSOE teme, incluso, que el partido morado caiga tanto que no sume lo suficiente en una hipotética investidura de Pedro Sánchez. Así que le está echando una mano a Pablo Iglesias en su reaparición política como víctima del espionaje de la red del comisario Villarejo durante el Gobierno del Partido Popular.

También el PRC de Revilla apela al voto útil en estas elecciones generales, o más exactamente, deplora el voto inútil a los partidos nacionales que castigan a Cantabria en el Gobierno central y la olvidan en las Cortes. De ahí la oferta que intenta vender el regionalismo: el compromiso de alzar la voz en el Congreso y la voluntad de 'cortar el cupón' en la distribución de recursos del Estado, como han hecho durante décadas los nacionalistas vascos y catalanes, y muy de vez en cuando los partidos canarios, asturianos o navarros, cuando los votos de una investidura o unos presupuestos se han contado de uno en uno y cobrado a precio de oro.