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Ya ha vuelto la Navidad y en Navidad todo vuelve. Vuelven los regalos, los adornos, las cenas, los villancicos, Papá Noel, los Reyes, a veces la nieve. Y vuelve el tiempo en forma de repetición y sentimos que el tiempo no es solo una línea ... hacia adelante sino que también es cíclico.
Han vuelto también los anuncios de Navidad. Suchard ha lanzado su campaña con todos los ingredientes navideños. Nos cuenta cómo una familia afronta la cena de Navidad el primer año en el que no estará la abuela; su ausencia provoca desánimo en su marido y estrés general en todos los integrantes de la familia ante la preparación de la cena inigualable que todos los años preparaba ella. El caso es que la cena se celebra 'felizmente' hasta que, en el momento de los postres, todos caen súbitamente en la cuenta de que, este año, nadie se ha encargado del turrón. Silencio. La cámara enfoca al nieto que, ignorado por todos en la organización de la cena, deposita sobre la mesa una tableta de turrón Suchard y dice: «Lo que más le gustaba a la abuela era el turrón». Doy la enhorabuena a mis excompañeros y amigos de Ogilvy, agencia autora del anuncio, porque han conseguido emocionar a media España. Es una buena idea navideña porque, entre otras virtudes, tiene algunas tensiones propias de los cuentos de Navidad: la re-unión familiar siempre amenazada, la nostalgia-emoción por los que no están, la melancolía de los mayores frente a la alegría cómplice o inocente de los niños porque sin niños no hay Navidad y sin mayores tampoco.
Días después de la campaña de Suchard ha vuelto también la campaña de Navidad por excelencia, el Sorteo de Navidad. Son tres anuncios que tocan estratégicamente tres temas muy navideños. Uno, la 'increíble' generosidad a la que puede llegar el ser humano, contada en la historia de una persona que encuentra un décimo que resulta premiado y que lo devuelve anónimamente a su dueña; dos, la generosidad de una mujer de trabajo que juega un número con una compañera de trabajo nueva y extranjera (¿ucraniana?); tres, un pastor que baja con su rebaño de ovejas hasta la ciudad para visitar a su hermano que está en el hospital. Tres historias extra-ordinarias e in-creíbles, sobre todo la primera. Y si nos las creemos es porque nos gustaría que fuesen verdad. Cuentos que nos recuerdan una y otra vez que la Navidad es, o debería ser, un tiempo de bondad.
¿Quién no recuerda también aquellos míticos anuncios de El Almendro en los que se cantaba «Vuelve, a casa vuelve, por Navidad»? Recordar es volver a 'traer' lo que se ha ido durante un tiempo, o para siempre. Por eso emocionaban a mi madre y, al recordarlo, yo también me emociono un poco.
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