Secciones
Servicios
Destacamos
Existen momentos en la vida de las personas y de los pueblos que son decisivos para su futuro. Instantes en los que hay que estar a la altura ante situaciones críticas en las que un simple gesto o un comportamiento improvisado condicionan en una encrucijada ... qué camino habrá que tomar si se mira de frente.
Son momentos decisivos en los que es imprescindible acertar y este es uno de ellos para nuestro mundo. Es momento para la épica, no para la lírica. La invasión de Ucrania por parte del ejército ruso aboca a la toma de decisiones rápidas en situaciones confusas, embotadas, en una mezcla difícil de controlar por explosiva, nunca mejor dicho. La que aglutina razón y sentimiento.
Supone una gran prueba para nuestros gobernantes y la opinión pública y ésta se transforma en una fuerza imparable en estas situaciones límite y adquiere una fortaleza inusitada. Nada hay más poderoso que aquel proyecto que cuenta con la bendición de una opinión pública entregada.
Hasta ahora en la crisis de Ucrania ambos van juntos aunque en el gobierno existan las discrepancias puntuales de los de siempre -comunistas incómodos, permanentes criticones de lo democrático-, pero por una vez, con acierto, se les ha colocado la mano en la boca y probablemente se les ha mostrado la puerta de salida. Suficiente.
Ahora vamos todos juntos al unísono, también Europa. Lo que no se logró con la infestación vírica, muriendo gente mal contada en cada esquina, milagrosamente se ha conseguido ahora como reacción a esta invasión rastrera.
Ha desaparecido de pronto, soplando desde Ucrania, un viento heroico, el polvo viejo que la cubría. La Europa de los valores, desaparecida en pandemia, ha reaparecido con fuerza gracias al miedo agresor y al ejemplo de un pueblo, el ucraniano, que hizo aflorar virtudes olvidadas.
Sorprendentemente ante la invasión, la UE es más UE que nunca, que era una conjunción asimétrica de países de su padre y de su madre y se convirtió en una orquesta sinfónica bien afinada ante el ejemplo de un pueblo que muestra al mundo un espejo donde mirarse con lo mejor de la condición humana entre lágrimas pudorosas e imágenes de valentía inigualables, poniendo en escena un patriotismo heroico que hacía casi un siglo que no veíamos.
Todo emocionante y conmovedor, que además ha sido capaz de poner al descubierto lo mejor de nosotros mismos cuando ya no se le esperaba. Lo demás no importa.
Polígrafos, así se denominaban entre sí muchos autores de finales del XIX y principios del XX cuando trataban sobre temas variados a imagen del benedictino Jerónimo Feijóo (¿de qué me sonará ese apellido gallego?) cultivador del ensayo que tan de moda estuvo en el siglo XVII.
Pues bien, el polígrafo cántabro Marcelino Menéndez Pelayo, nuestro paisano, fue capaz de predecir con acierto en su 'Historia de los heterodoxos españoles' a través de datos entreverados con certeros análisis los grandes acontecimientos del siglo XX.
Algo así necesitaríamos predecir ahora, en este momento oscuro de la historia, ante un conflicto tan desigual que no quieren los ucranianos que se denomine guerra, y no lo haremos, sobre esta invasión cobarde, sólo faltaba, que se explica con imágenes desgarradoras que hablan por sí mismas. Tal parece el 'Hombre solo', el magnífico libro de Mingote, sin palabras y poco disfrutado, que discurre por la soledad de la sociedad contemporánea. Desconocemos entonces, desgraciadamente, cómo será el final de todo esto.
No podemos saberlo ante los desmanes de un dictador del siglo XXI, Vladimir Vladimirovich Putin, un acomplejado aspirante a emperador con bota de hierro pisando la justicia, un loco de la guitarra, borracho de poder y poco calculador de sus actos y sus posibilidades, que sin saberlo produjo en Occidente, principalmente en Europa, una serie de reacciones positivas que se pusieron en marcha hasta hacer aflorar valores que ya estaban olvidados.
Obviamente a estas alturas de una pugna tan desigual (acostumbrándonos ya a no llamarle 'guerra', sólo invasión cobarde) desconocemos cómo será el final aunque podamos presumirlo, pero ya nunca será lo mismo: habrá una Europa de Naciones Unidas, estas sí (no como las de Nueva York con vetos) y un país Ucrania, sojuzgado, o no, que será ejemplo para 'siempre-jamás' como dicen los niños, actores a su pesar y que tanto sufren estos días por allí en ese protagonismo desolador y pleno de ternura que nos muestran asustados.
No podremos entonces equivocarnos ante Ucrania y el mundo como ya hicimos en la guerra de Irak y aquel 'no a la guerra' politizado y plañidero. Ahora es distinto, es nuestra gran prueba, todo ha cambiado e incluso con nuestros gobernantes de pitiminí deberemos de estar a la altura. ¿Que seremos más pobres? ¿Y qué? Ante la defensa de nuestros valores y de nuestra casa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.