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Son los yernos ideales, los que todas las madres desean tener. Altos, apuestos, deportistas, de buenas familias, vamos, unos chollos a los que nadie les pone pega alguna, y no como a algunas nueras, que las voces a la hora de comer se oyen hasta ... en casa 'del experto en bodas', que también suele estar por libre en todos los ajos.
Yo no sé si es envidia, pero yo que soy un yerno desastre, tengo cierta fobia, yo creo que justificada, a estos yernos ideales que hacen de todo: juegan con los niños, cocinan todos los domingos y fiestas de guardar, hacen deporte e incluso van a la compra, manejando mejor que nadie el carro. ¡Pues, oye, todos divorciados! Al final hacen aguas, unos haciendo manitas a escondidas, y otros escapándose con una amiga de la infancia a 'lo escopeta nacional', diciéndoles el cura a gritos: «¡Lo que yo ato en la tierra, no lo separa ni Dios!».
Vamos, que a nada que eres alguien en España, al momento, te sale un yerno marqués, duque o 'pelao' que te pone en un aprieto, ya sea enriqueciéndose ostentosamente cobrando una pasta gansa por escribir tres folios o llevando a toda su familia a la ruina a cuenta de los bitcoin, o haciéndose socio de un multinivel con la esperanza de hacerse de oro.
Y a tal llega la fama de algunos posibles yernos, que circulan por los medios de comunicación unas listas con los yernos menos recomendables en donde hay de todo: aquellos que tras su estancia en la cárcel están en un centro de rehabilitación, los que no tienen ninguna vocación de adquirir compromiso alguno, y, por lo tanto, de no ser yernos, ni nada, los que están metidos todos los días en líos y con los que puedes acabar en el trullo, expertos en hacer montajes para salir en las revistas, y los que tienen tal cara de bueno y de no haber roto nunca un plato que más parecieran «santos domingos sabios estiraos», que cuando menos te lo esperas te aplican la fórmula del cinco.
En el caso de los yernos ambiciosos la cosa es más grave porque, como aspiran a lo más alto, pueden hacer tambalear hasta las más altas instituciones, especialmente aquellos en que no se sabe bien si tienen vocación republicana o son infiltrados de Anasagasti, porque hay que 'tenerlos cuadraos' para liar las que lían después de haber arrastrado a algunos al banquillo a sus cónyuges por unas acciones irregulares que no conocen o que no les constan, pues hablar de lo que se gana es siempre de mala educación. ¡Menudo fiasco!
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