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Hace unos días, al tener que indicar a un amigo una dirección, le dije que al lado de donde estaba Capillas. Se me quedó mirando pensativo y me preguntó que dónde estaba eso. Fue una respuesta automática. Creo que nos sucede a muchos torrelaveguenses, recordamos ... mejor los nombres de determinados comercios que los de las calles en los que se encuentran situados: calle del teatro, calle del Garcilaso, al lado del Avenida, donde estaba Antonino, ¿en los soportales del Saja?, no, en los del Sago. Y quedan grabados en nuestra memoria pese a que ya hace muchos años que han desaparecido. Me quedé luego pensando en los comercios de calzado que tuvo la ciudad. Me vinieron a la memoria, además de la citada, Paco Cayón, Campuzano (y el inolvidable eslogan publicitario oído tantas veces en Radio Juventud: En invierno y en verano, calzados Campuzano), Zafer, Pajares, Carabaza, Covadonga, Sordo, El Aldeano, Príncipe… Zapaterías en las que la calidad del calzado que te comprabas estaba garantizada y, algo que gustaba especialmente a los clientes, a los que fidelizaba: los empleados eran los mismos siempre, había un sentido de pertenencia afectiva e identificación con el negocio entre dueños y dependientes. En más de una ocasión en casa me tuvieron que precisar quién era el dueño y quien el empleado, indistinguibles para mí por su actitud profesiosnal.
No sólo en las zapaterías, claro, en el comercio en general: farmacias, tiendas de ropa, bares y cafeterías. Por eso te conocían, te asesoraban en la compra diciéndote qué era lo que te sentaba mejor, lo que se adecuaba a tu estilo. Conocían los gustos del cliente. Hablo de un periodo en el que a Torrelavega venían a comprar no sólo de las comarcas próximas sino de Cabuérniga, sino también desde el oriente de Asturias, especialmente desde Llanes.
Las emisoras de radio llegaban con su frecuencia hasta esas zonas y la información y la publicidad les hacía sentirise más próximos sentimentalmente. Además, por la antigua carretera nacional, tardaban menos en llegar a Torrelavega que a Oviedo. Claro, eran unos tiempos en los que los trabajos tenían continuidad. La llegada de las franquicias y las grandes superficies, la estandarización de las modas, más tarde de la crisis (no es que la crisis sea pasajera, somos pasajeros de la crisis), provocó, en el mejor de los casos, la discontinuidad, el nomadismo laboral. En el peor, por supuesto, el paro. Otro día podríamos recordar las fábricas de zapatillas que tanto prestigiaron a la ciudad: Sañudo, Peña…
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