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Cerrose el registro de las oficinas de empleo de 2019 y todavía tenemos en Cantabria unos 3.000 parados más que en diciembre de 2008. Este sencillo dato nos habla de unas secuelas recesivas aún no superadas. Hace quince años despedíamos el año viejo con ... solamente 26.000 desempleados, es decir, diez mil menos que ahora. También la Seguridad Social ha escrito la última página anual de sus trabajadores afiliados en alta laboral.
Una vez más, y ya es una situación estructural y permanente, Cantabria ha creado empleo por debajo del ritmo nacional (esta vez, 1,78% en comparación con el 2,02% español). Nuestro volumen de currantes, que cayó en diciembre para situarse en unas 219.000 personas, es aún inferior al del mismo mes del año 2008 que hemos citado antes. Además, la industria y la construcción dan ahora señales claramente negativas en afiliación.
Una comunidad aún no recuperada en estos datos económico-sociales básicos necesitaría alguna inyección vitamínica en forma de inversiones públicas y/o privadas.
La Contabilidad Regional de Cantabria correspondiente al verano pasado reitera que la economía cántabra crece menos que en años anteriores, y que además lo hace más lentamente que el conjunto del país. Naturalmente esto cuadra bien con la débil generación de oportunidades laborales, aunque cuadra muy mal con esos comunicados oficiales triunfalistas que parecen enviados desde una nave de marcianos.
Los Reyes Magos deberían habernos dejado en las zapatillas esta noche algunas alegrías inversoras con las que acelerar el crecimiento y mejorar el mercado de trabajo. Sin embargo, el Presupuesto regional que acaba de entrar en vigor reduce las inversiones públicas y apuesta por el gasto corriente.
No hay Presupuesto nacional, pero, si la investidura de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias propicia uno mañana, habrá que ver cómo quedan las actuaciones para Cantabria. Es cierto que subidas de pensiones o sueldos públicos significarían algo para una región que tiene a jubilados y funcionarios como pilares del factor consumo, pero también que nuevas exigencias fiscales y ambientales podrían poner en dificultades otras áreas de la vida cántabra.
En cuanto a las inversiones en obras públicas, dependen de compromisos con otras comunidades y del margen que Bruselas acepte como animal de compañía al enjuiciar los Presupuestos españoles para 2020.
Queda la inversión privada, pero seamos realistas: en el sector primario dependerá de cómo quede la política agraria europea; en industria, de cómo se resuelva el tema de transición energética y ecológica; en construcción, de la agilidad de los planes urbanísticos (permítaseme un saludable escepticismo al respecto); y en servicios, de cómo vaya todo lo demás.
Los Reyes Magos ya no dejan carbón a los niños traviesos, salvo que estos hayan comprado derechos de emisiones de CO2. Ahora lo que se deja es una figurita de chocolate de Keynes colgando boca abajo de un palo de regaliz. Estas irreverencias con catedráticos de Cambridge no llevarán a nada bueno.
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Ana del Castillo
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