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Jueves, 12 de mayo 2016, 10:34
La segunda semana de mayo de 1896 Madrid era una fiesta. En plenas fiestas de San Isidro, patrón de la capital, las verbenas y bailes populares alternaban con las corridas de toros y con las presentaciones de los más asombrosos y extravagantes inventos. Hacía solo 18 años que, en 1878, para celebrar la boda de Alfonso XII con su prima María de las Mercedes, la Puerta del Sol inauguró el alumbrado eléctrico. En aquel 1896 ya no quedaban por la calles de la capital tranvías de mulas. El traqueteo de los eléctricos daba un nuevo sonido a las calles. La electricidad llegaba a todos los rincones. Y el 14 de mayo de aquel año, víspera de la fiesta grande de Madrid, hizo su presentación oficial el cinematógrafo. Menos de cinco meses después de que el invento de los hermanos Lumière asombrase a los parisinos. Hace ahora 120 años.
Fue Alexandre Promio, uno de los operadores que los Lumière enviaron a recorrer el mundo con su nuevo invento, quien en una sala de la baja del Hotel de Rusia (situado en el 34 de la Carrera de San Jerónimo) presentó el invento a los madrileños. Sendas placas recuerdan en la fachada del edificio el acontecimiento (una de ellas indica el día 15 y no el 14 de mayo, que era el correcto). Solo tres días antes se había presentado en el Circo de Parish (futuro Price), uno de los inventos precursores del cinematógrafo, el Animatógrafo. El 12 de mayo, el Heraldo de Madrid publicaba: "Una novedad muy curiosa ofrece al público la empresa del Circo de Parish. Trátase del notable aparato titulado Animatógrafo, inventado por Edison, aunque en distinta forma de la presentada por el director del Circo, Mr. Hugo Herzog. Anoche, después de la función, se verificó un ensayo de dicho aparato ante varios periodistas, resultando que ofrece, a la vista del espectador, todos los movimientos del cuerpo humano proyectados en un amplio lienzo por medio de potentes focos eléctricos". Sin embargo el Animatógrafo fue un fracaso. Compitiendo en las fiestas con el Cinematógrafo Lumiére, este le ganó la partida, convirtiéndose en la gran atracción de las fiestas
El diario La Iberia, el 15 de mayo de 1896, titulaba: "Es verdaderamente notable el espectáculo que se inauguró anoche en la Carrera de San Jerónimo 34". Y añadía: "El Cinematógrafo es la fotografía animada. Sobre un telón blanco se proyectan los cuadros, viéndose reproducidos los movimientos de las personas, el paso de los carruajes, la llegada de un tren y la ondulación de las aguas del mar, pero de una manera tan notable y con una perfección tal que no cabe más allá". La Iberia añadía lo que se había podido ver: "Todos los cuadros arrancaron unánimes aplausos y aunque todos ellos son de gran mérito, causan mayor admiración: 'El derribo de un muro', 'La Llegada de un Tren a la Estación' (éste es maravilloso), 'El Paseo por Mar' y 'La avenida de los Campos Elíseos'. Diez son los cuadros que se exhiben en esta sección. Las representaciones de anoche fueron de convite, asistiendo los embajadores de Austria y Francia, y otras muchas personas distinguidas". Por su parte, el Heraldo de Madrid se refería así a la llegada del Cinematógrafo a la capital: "Un público selecto ha confirmado los éxitos que esta maravillosa invención ya obtuviera en París, San Petersburgo, Londres, Viena, Bruselas y Roma".
La primera sala de cine
El edificio de la Carrera de San Jerónimo 34 (hoy dedicado a otros menesteres, desde diferentes comercios a un centro médico) se puede considerar como la primera sala de cine que surgió en España. En 1896 era el Hotel Rusia, y antes había sido una joyería, que se llamaba Los Diamantes Americanos. Alexandre Promio siguió el modelo francés del Boulevard des Capucines para dar a conocer el invento. El gran salón de la planta baja lo convirtió en lo más parecido a un patio de butacas, dejando a la entrada una especie de sala de espera en la que los expectantes madrileños esperaban hasta que la sesión previa había finalizado y podían pasar a la sala. En esta, unas 15 o 20 filas de sillas, sujetas por un larguero. Las paredes con cortinajes, delante una pantalla blanca (detrás de ella la puerta de entrada) y al fondo, el proyector. Cada sesión, de unos 15 minutos cada una, costaba dos pesetas, algo realmente muy caro para la época. Cuando los cines empezaron a surgir por doquier, el precio de la entrada se abarataría hasta los cinco y diez céntimos y un real en butaca preferente. Dos placas en la fachada del edificio recuerdan el acontecimiento. Una lo fecha el 14 de mayo y la otra el 15. El 14 fue la primera proyección, y el 15 cuando se abrió al público.
En su libro 'Contar vejeces (1895-1897)', el famoso periodista José Francos Rodríguez cuenta lo que supuso la llegada del Cinematógrafo a Madrid: "El espectáculo produjo asombro, ganando desde el primer momento las simpatías del público Algo molestaba la vibración luminosa de las proyecciones; pero el cansancio de los ojos lo aminoraba el recreo de asomarse a panoramas interesantes, sugestivos; el gusto de asistir a alardes de la realidad, mirar múltiples cuadros que superaban a los de la invención () Estábamos con el cinematógrafo como chiquillos con zapatos nuevos. No hubo la menor discrepancia; la opinión general le aplaudía, acudiendo a él con alborozo, celebrando sus sorpresas".
Alexandre Promio se mostró muy satisfecho con los resultados logrados, y en respuesta los Lumiére le indicaron que entre aquellas primeras películas, filmase y ofreciese a los espectadores algunas de la vida española del momento, sabiendo que los espectadores lo agradecerían. Así, recogió la salida de las alumnas del Colegio de San Luis de los Franceses, visitó el desaparecido Cuartel de la Montaña y filmó al regimiento de zapadores, a los soldados en Vicálvaro, a la salida de los toreros y al Real Cuerpo de Alabarderos del Palacio Real. Y si los Lumiére, en plena revolución industrial, habían mostrado la 'Salida de los obreros de la fábrica', en España, sin haber pasado por ninguna revolución industrial y con un importante peso de la Iglesia Católica, Promio filmó la salida de misa de la Iglesia de las Calatravas. Pocos meses después, las salidas de misas se popularizan entre los primeros operadores españoles: 'Salida de misa de 12 del Pilar de Zaragoza', de Eduardo Jimeno (1896), o 'Salida de la iglesia de Santa María de Sans' (1897), de Fructuoso Gelabert Peliculitas entre 15 o 20 metros cada una, semejantes a las que Promio se había traído de Francia. Y el 12 de junio la Familia Real acudió a presenciar el prodigioso invento, y la propia reina regente (Alfonso XII había muerto en 1885) ordenó que se montase una exhibición de artillería para ser mostrada a través del cinematógrafo.
El cinematógrafo llegó para quedarse. Tras su éxito en el Hotel de Rusia, serán muchos los que intenten hacerse con una cámara Lumière y empezar a llevar el cine por todo el país. A Bilbao llegaría el 31 de mayo de 1897, un año después de Madrid. A Vitoria en junio de aquel año, y a San Sebastián en agosto. Al principio como espectáculo de barracas de feria y con el nuevo siglo para instalarse en locales estables como el Salón Maravillas de la Glorieta de Bilbao.
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