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César Coca
Jueves, 26 de mayo 2016, 13:30
Recuerden la escena: la teniente Ripley (Sigourney Weaver) moviendose con precaución por el interior de la nave 'Nostromo'. Seguro que la han identificado: corresponde a 'Alien, el octavo pasajero' (Ridley Scott, 1979), uno de los clásicos mayores de la ciencia ficción. Uno de esos filmes de bajo presupuesto que se impone a todo un género por su capacidad para subyugar al espectador. Y en esa angustia que el aficionado llega a sentir, la terrible claustrofobia que da solo pensar en esa nave perdida más allá del Sistema Solar en la que se oculta un enemigo imbatible, hay un elemento crucial: la música de Jerry Goldsmith, que refuerza el misterio y subraya la sensación de opresión y desesperanza. El autor de la banda sonora, que antes del estreno del filme fue objeto de críticas incluso por parte de director y productores, es uno de los más grandes compositores de Hollywood y uno de los que primero incorporó los sintetizadores a su trabajo. No todos se lo han perdonado.
A diferencia de otros grandes músicos de su generación, Goldsmith no tuvo que cruzar un océano o un inmenso país para llegar a la meca del cine. Él nació en Pasadena, a muy poca distancia de Hollywood, en febrero de 1929. Solo dos años antes se había rodado la primera película sonora y la industria cinematográfica estaba a punto de reclamar con urgencia compositores con oficio que pudieran poner música a los centenares de filmes que cada año salían de sus estudios.
Sin embargo, durante un tiempo su carrera estuvo más enfocada hacia la música clásica que hacia el cine. Su formación con Castelnuovo-Tedesco, sus estudios de contrapunto, sus clases de piano desde la más tierna infancia y su talento innato parecían bases suficientes para garantizarle una carrera interesante en el mundo de las salas de concierto. Quizá en Europa hubiese sido así, pero en Los Ángeles el joven Goldsmith comprendió bien pronto que los encargos de obras clásicas serían escasos y desde luego insuficientes para poder vivir de ello. Tampoco quería seguir mucho tiempo ganando el magro salario que percibía como mecanógrafo en la emisora de radio de la CBS y que solo conseguía mejorar escribiendo partituras insignificantes para algunos programas.
Así que el cine fue su salvación. En la Universidad del Sur de California, donde cursó estudios, había conocido a Miklós Rózsa, quien en aquellos años gozaba de una fama extraordinaria gracias a partituras como la de 'Recuerda' ('Spellbound', Alfred Hitchcock, 1945). Años después diría que fue Rózsa quien, de manera indirecta, lo guió hacia el cine. Aunque luego sería uno de los grandes rivales del compositor de origen húngaro, Alfred Newman, quien se convertiría en su gran protector y se lo llevaría hasta la 20th Century Fox.
Debutó en el cine a finales de los cincuenta, después de haber hecho algunos trabajos para series televisivas hoy olvidadas. Su carrera en Hollywood duró 45 años y aunque frecuentó todos los géneros destacó sobre todo en la ciencia ficción y el terror, en especial después del éxito de la banda sonora de 'El planeta de los simios' (Franklin J. Schaffner, 1968). A partir de ahí, su trabajo fue reclamado para 'Huida del planeta de los simios' (Don Taylor, 1971), 'La profecía' (Richard Donner, 1976, con la que ganó su único Oscar), 'Coma' (Michael Crichton, 1978), 'La maldición de Damien' (Don Taylor, 1978), 'Star Trek' (Robert Wise, 1979), 'Atmósfera cero' (Peter Hyams, 1981), 'Poltergeist' (Tobe Hooper, 1982), 'Desafío total' (Paul Verhoeven, 1990) y algunas más.
A diferencia de otros grandes compositores para el cine, el estilo de Goldsmith no se identifica con la primera melodía. Hay en sus obras influencias muy diversas y siempre sostuvo que las películas necesitan menos música de la que sus directores piden. También, que lo mejor es que la banda sonora no se imponga a la acción. Por eso, sus partituras subrayan más que destacan. Crean ambientes antes que golpes de efecto. Se nota en las atmósferas opresivas y angustiosas de sus películas de ciencia ficción y terror, pero también en otros filmes muy alejados de esas temáticas. Sucede en filmes de aventuras como 'El Yang-Tsé en llamas' (Robert Wise, 1966), 'Papillón' (Schaffner, 1973), 'El viento y el león' (John Milius, 1975), 'El puente de Cassandra' (George Pan Cosmatos, 1976) y 'El primer caballero' (Jerry Zucker, 1995); los western 'Río Lobo' (Howard Hawks, 1970) y 'La balada de Cable Hogue' (Sam Peckinpah, 1969); y las bélicas 'Patton' (Schaffner, 1970) y 'Tora! Tora! Tora!' (Fleisher, Fukasaku y Masuda, 1970).
Probablemente los tres filmes con mejores bandas sonoras de su última etapa son de carácter bien distinto a los anteriores. Se trata de 'La casa Rusia' (Fred Schepisi, 1990), 'Instinto básico' (Verhoeven, 1992) y 'L. A. Confidential' (Curtis Hanson, 1997). Para el filme que lanzó al estrellato a Sharon Stone escribió una música insinuante, que algunos han definido como fría, a tono con el personaje femenino.
A diferencia de otros colegas de su generación, Goldsmith nunca renunció a la música electrónica, aunque en no pocas ocasiones la mezclara con la orquesta. Eso le permitió lograr algunos efectos interesantes pero le valió el rechazo de la crítica más purista. Pese a la celebridad que alcanzó en Hollywood, no fue ni de lejos el compositor más premiado. Tuvo 17 candidaturas al Oscar y logró solo uno. Paradójicamente, sus trabajos para la televisión, siendo inferiores, fueron distinguidos nada menos que con cinco premios Emmy.
Murió en Beverly Hills, en 2004. Tenía 75 años y llevaba varios peleando contra el cáncer. La Academia de Cine que tan reacia fue a galardonarlo lo homenajea de forma indirecta en su gran fiesta anual de entrega de los Oscar: la música de la ceremonia, que se usó por primera vez en 1998, la escribió Goldsmith.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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