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Ricardo Aldarondo
Jueves, 9 de junio 2016, 16:05
No oculta Bertrand Tavernier que Martin Scorsese le sirvió de inspiración. Su recientemente presentado en Cannes 'Voyage à travers le cinéma français' reproduce con el cine de su país un recorrido similar al que emprendió el director italoamericano con 'Mi ... viaje a Italia' (1999). Es muy lógico y legítimo el travase: ambos son cineastas fundamentales de su país, y también universales. Han transformado el cine moderno, pero siempre con devoción por los clásicos que les hicieron crecer como espectadores y como creadores. Y cada uno desde su atalaya ha estado en permanente contacto y apoyo con las cinetecas y los archivos fílmicos y han luchado para que el cine, tan frágil con el paso del tiempo, quede preservado; en sus películas favoritas, y en los innumerables films menos reconocidos pero de alto interés que ellos conocen y aman.
Asi que Tavernier, que estos días ha estado en Barcelona presentando un ciclo sobre su propia obra en la Filmoteca de Catalunya, se propone en 'Voyage à travers le cinéma français' ser fiel al título del documental pero también contagiar su pasión por el cine, sus primeros deslumbramientos con directores que luego encontró fundamentales para la historia pero que aborda desde sus propia historia de recuerdos y anécdotas, y finalmente su inserción en la trayectoria de esos maestros: fue ayudante de dirección de Jean-Pierre Melville y Claude Sautet y nunca les estará suficientemente agradecido. También nosotros porque, en lugar de una aséptica lección de historia del cine, recibimos de primera mano la evolución y también la peculiar personalidad y talante creativo de alguien tan especial como Melville.
Hubo una enorme ovación en Cannes ya desde que entró Bertrand Tavernier en la sala para presentar 'Voyage à travers le cinéma français': allí se reunía público cinéfilo de todo el mundo, y no solo francés. El reconocimiento hacia su propia trayectoria fue rotundo. Cuando acabaron las tres horas y diez minutos de proyección, que se hacen cortas y dejan con ganas de más, el aplauso en pie duró varios minutos, hasta el punto de que Tavernier no sabía ya muy bien que hacer, si salir de la sala o ponerse a departir con sus amigos. Pero el documental merecía los vítores: desde el primer instante, una referencia a 'El relojero de Saint Paul', una de las primeras películas de un Tavernier que luego apenas hace mención de su propio cine, 'Voyage à travers le cinéma français' provoca un apetito de cine insaciable.
Tavernier empieza por sus primeros recuerdos, una escena de una película que le impactó de niño y que tardó como veinte años en saber cuál era su título. Se trataba de 'Denier atout', la primera película de Jacques Becker, no solo uno de los mejores directores del cine francés, también la bisagra perfecta entre el cine clásico y la revolución de la 'nouvelle vague'. De hecho es uno de los pocos directores que salvaban los jovenzuelos airados de finales de los años 50 de todos los que les precedieron. A Jacques Becker, cineasta que será objeto de un ciclo en el próximo Festival de Cine de San Sebastián, dedica Tavernier los 20 primeros minutos de su documental, que así se va estructurando en segmentos que van repasando la obra de algunos cineastas fundamentales: hay citas a Godard y Truffaut, por supuesto, pero también pone el foco en Jean Renoir, Jean Vigo, Jean Grémillon, Robert Bresson o Claude Chabrol, pero también músicos como Maurice Jaubert y actores como Eddie Constantine. El retrato que hace de la grandeza de Jean Gabin resulta apasionante. A pesar de la necesidad de síntesis, Tavernier tiene ojo, habilidad y un enorme conocimiento para entrar en profundidad en el detalle significativo y en las secuencias determinantes para describir y valorar la obra de todos esos creadores que dejan paso a lo evidente: la evolución del cine francés ha acumulado una legado gigantesco de obras fundamentales, de géneros tratados con una personalidad única (el film noir) y de autores y películas a reivindicar a riesgo de que vayan quedando en el olvido.
Al final a Tavernier los 190 minutos se le quedan en nada: tiene tanto que contar... También de los tiempos efervescentes y convulsos de la Cinématèque Française y de su gran creador y defensor Henri Langlois en los años 60 y 70, y de lo que eso supuso para la preservación del cine. Y cuando llega el momento de terminar porque no se puede alargar más el preciso, ágil y cautivador montaje, y se da cuenta de que se ha dejado en el tintero montones de cineastas y películas de alto interés, Tavernier pone en pantalla "y próximamente...", seguido de una gigantesca lista de nombres. Un golpe de ironía y complicidad para excusarse por las ausencias o para desear que pronto pueda hacer una continuación. Ojalá. De momento esta aproximación te deja con ganas ansiosas de ponerte a repasar o a conocer por primera vez cientos de filmes por los que Tavernier te contagia su pasión.
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