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Paul Newman, caracterizado como Billy el Niño.
'El zurdo', una biografía fantasmal

'El zurdo', una biografía fantasmal

Un western iconoclasta del debutante Arthur Penn, a veces desaforado, siempre dramático, en el que un joven Paul Newman apela a Brando y a Shakespeare para deconstruir el mito y la leyenda de Billy el Niño

Guillermo Balbona

Jueves, 9 de junio 2016, 16:04

Heterodoxo, informal más que revolucionario, impregnado de tintes psicoanalíticos, este western extraño y original deambula al ritmo de una biografía fantasmal. Un guión televisivo del escritor Gore Vidal abría la espita para revisar la figura de Billy el Niño con antecedente televisivo incluido. Con la elegancia de un blanco y negro que confiere a la narración un toque de álbum del pasado, el debutante Arthur Penn deconstruye la leyenda y el mito, apoyado en la interpretación desmedida y desaforada de Paul Newman.

El cineasta, como hiciese después con 'Pequeño gran hombre', firma un western que no lo parece y retrata a un outsider, un inadaptado con caballos prestados y pistola desenfundada con ligereza, en el que deja seductoras atmósferas fugaces, sombras biográficas insinuadas con mirada crítica e intensas reflexiones sobre cómo se construyen las leyendas y se alimentan las crónicas más populares. Es un filme sólido, arrebatador a veces, que casi siempre juega a la ruleta rusa narrativa con la interpretación de Newman. Un filme cuya huella queda lastrada por algunos excesos y un final acelerado, como despojado del espíritu que cruza la historia.

'El zurdo' ('The Left Handed Gun'), estrenada en mayo de 1958, denostada con demasiada frivolidad, ópera prima de Penn, iba a ser protagonizada por el malogrado James Dean y precisamente Newman, aferrado a Lee Strasberg y al 'método', se aferró a la sombra del propio Dean y de Brando, más un continuo engarce teatral con Shakespeare, para trazar un discutible pero siempre atractivo y empático trabajo. El cineasta, salvo por esa resolución convencional y carente de fuerza, realiza uno de esos filmes donde la mezcla de extrañeza y libertad deja un poso esencial. Al realizador no le interesaba buscar la rigurosidad en torno a una vida habitada por falsedades, leyendas entrecruzadas y datos falaces, sino precisamente hurgar en la construcción del mito del Far West, ahondar en una narración discontinua, eludir los clichés y edificar una fantasía de gestualidad, ambigüedad (la propia homosexualidad latente en el personaje) y a través de una ambientación depurada, cristalina pero no menos onírica, sin referentes claros.

El director de 'La jauría humana' y el protagonista de 'Cortina rasgada' se compenetran para firmar un perfil fantasmagórico del pistolero asesinado por el sheriff Pat Garrett. Con la realización televisiva acechando, Penn se mostró aún más radical y distanciado a la hora de revelar dudas e influencias de un género, tan encorsetado y reverenciado por sus mayores, como el western. Uso del zoom, primeros planos, intuición, violencia descarnada y un constante pulso dramático atraviesan el estilo de Arthur Penn. Un filme, en ocasiones desbocado, casi siempre descarnado y brutal, donde prima el festival Actors Studio de Newman: la utilización de los ojos, los gestos, la facilidad para para dotar al personaje de un perfil voluble, inconstante, que oscila entre la euforia y la depresión, veleidoso y mudable, entre lo lúdico y lo poético.

Penn incide en subrayar el desequilibrio psicológico como eje que vertebra su retrato locuaz y transparente. No persigue rellenar lagunas biográficas ni alimentar la leyenda, sino levantar una figura ácrata, violenta, sin asideros, emocionalmente endeble y pasional. Neurótico y atormentado, ese es el personaje que interesa a Penn y no el del forajido que al morir con 22 años había dejado un rastro de 21 asesinatos. Como si se hubiese tratado de Wyatt Earp, Doc Holliday o Jesse James, no se detiene en una catalogación de una figura mítica, mil veces manipulada y convertida en símbolo, sino en la desmitificación que, sin entrar en honduras, atraviesa una obra que en muchas veces detiene su acción para dejar una radiografía intimista, cercana, casi lírica. Arthur Pen remarca la identidad fronteriza, salvaje y antisocial del personaje y, por ende, del género y de las propias esencias del western.

La secuencia del baile de Newman aferrado a una escoba, el retrato de los mexicanos y sus costumbres, el anticipo violento de la paliza que sufriría Marlon Brando en 'La jauría humana', el desarraigo y el fatalismo como si fuese un vestuario permanente del personaje, son referencias y tintes visuales de este título que se decanta por la introspección y lo psicológico y que se adscribe al desencanto y a la mirada crítica sobre el sueño americano. Inocencia y venganza en un retrato dual, siempre controvertido, en el que el director de 'La noche se mueve' opta por la intuición, muestra su querencia por el discurso de lo emocional y no por la progresión dramática. Fisicidad e impulsos y, entre ambas pulsaciones, la muerte como una opción de salida, de resolución frente a un entorno nunca asumido, hostil. Historia de una rebeldía, tan discutible como fascinante, visceral casi siempre, su iconografía de hipérbole y gesto, de sentido casi operístico y retorcida vuelta de tuerca sobre las verdades y mentiras oficiales, otorgan un aura extraña y atractiva a esta obra que invita a reflexionar sobre las sutiles formas de reinventarse que posee la ficción.

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