Secciones
Servicios
Destacamos
Josu Eguren
Jueves, 24 de noviembre 2016, 14:05
En una nueva entrega de este repaso acelerado a ambos márgenes del corpus de cineastas que rigen el canon de la cinefilia clásica, es oportuno detenerse en la figura de uno de los autores que más contribuyeron al florecimiento de la edad dorada del horror y la sci fi en los años 50, en un acto de justicia hacia un director que ha sufrido el escarnio a manos de la crítica revisionista; les hablo de Bert I. Gordon, también conocido como 'Mister B.I.G.', el monograma con el que fue rebautizado por Forrest J. Ackerman desde las páginas de 'Famous Monsters of Filmland'.
El sobrenombre de BIG -que luce orgulloso en la portada de su libro de memorias 'The Amazing Colossal Worlds of Mr. BIG'- no es simple fruto de la casualidad, sino una alusión directa a una parte relevante de la filmografía que Gordon comenzó a desarrollar en plena efervescencia del 'Terror Atómico' como subgénero cinematográfico (véase 'Godzilla'). Inspirado por el éxito de 'El monstruo de los tiempos remotos' (Eugène Lourié, 1953), y rebotado por la negativa de un productor que frustró su primera tentativa de ingresar en la nómina de un gran estudio, Gordon dirigió, guionizó y fotografió la primera de una larga serie de películas de serie B destinada a aplacar la voracidad del circuito de drive-ins y cines grindhouse.
En las ajadas copias de 'King Dinosaur' (ópera prima autoproducida) apenas se aprecian méritos artísticos, pero sus imágenes están bañadas por la ingenuidad temprana de un director que aprendió el oficio de forma autodidacta en el tránsito entre la gran pantalla y los spots televisivos. Prolongando en el tiempo el sueño de un niño que rodó sus primeras películas caseras con una cámara de 16mm, Gordon puso en práctica sus recién adquiridas habilidades en 'Beginning of the End' y 'La araña', sendas réplicas menores de grandes éxitos como 'La humanidad en peligro' (Gordon Douglas, 1954) y 'Tarántula' (Jack Arnold, 1955).
Un encuentro casual con Samuel Z. Arkoff (filibustero de la producción low cost, y socio de Roger Corman y James H. Nicholson en American International Pictures) fue el germen de 'El asombroso hombre creciente' (1957) que coincidió con el estreno de 'El increíble hombre menguante', de Jack Arnold (1957), negándole a Gordon gran parte del reconocimiento a una obra que incorporaba fragmentos del discurso metafísico del texto original de Richard Matheson y las aflicciones de un autor que somatizó a través de la imagen sus propios traumas psicológicos (en su adolescencia fue testigo impotente de una brutal violación).
Compaginando la secuela de 'El asombroso hombre creciente' con su primera incursión en los escenarios jibarizados de ese otro subgénero fundado por los 'Muñecos infernales', de Tod Browning, y 'Dr. Cyclops', de Ernest B. Schoedsack (que en su forma más primitiva puede rastrearse en la escena de la bailarina del Doctor Pretorius y 'La novia de Frankenstein'), Gordon pulió las recetas artesanales por las que se hizo reconocible aún a la gigantesca sombra de Jack Arnold. Transparencias, retroproyecciones y siluetas sobreexpuestas forman parte del ABC técnico de un abanderado de los efectos prácticos que en el breve lapso que separa los estrenos de 'King Dinosaur' y 'Ataque diabólico' evolucionó de una manera notable el concepto de la fluidez narrativa.
Antes profundizar en los rasgos autorales de Bert I. Gordon hay que arañar la pantalla y sumergirse en el subconsciente de una extensa galería de personajes masculinos atormentados, en permanente crisis de identidad y sujetos a una compleja relación con sus contrapartes femeninas, un cuadro de trastornos psicológicos que aflora con levedad en la trama de 'La espada mágica' (el hermoso cuento de espada y brujería infantiles que pudo servir de inspiración para el 'Dragon's Lair' diseñado por Don Bluth).
Es en 'Tormented' (o la encrucijada entre 'Los intrusos', de Lewis Allen, y 'Rebecca', de Alfred Hitchcock), y de manera especialmente notable en 'La muñeca de trapo' (1966), donde Gordon subraya la controvertida obsesión por su hija Susan, a la que ya hizo protagonista de 'Boy and the Pirates' y 'Ataque diabólico', antes de convertirla en el centro de un gótico sureño con reminiscencias a 'Psicosis' (Alfred Hitchcock, 1960) y 'El caso de Lucy Harbin' (William Castle, 1964), ambos basados en relatos de Robert Bloch.
Para un director que soportó la desgraciada casualidad de nacer en Kenosha (la patria del director de 'Ciudadano Kane', al que dirigió en 'The Witching'), el reconocimiento tardío llegaría en la forma del ascenso de títulos como 'The Mad Bomber' al difuso olimpo de las cult movies. Con 'The Mad Bomber' (un exploit oportunista del caso del Unabomber que aterrorizó Nueva York en la década de los 50 diluido en una trama espejada en 'Harry el sucio', de Don Siegel), Gordon se reivindicó como un cineasta capaz de fundir la perversidad de un thriller seco y violento con su catálogo personal de parafilias edípicas, antes de probar suerte con la deformación de los viejos horrores de la era atómica que a mediados de los 70 germinaron a través de películas como 'El alimento de los dioses' y 'El imperio de las hormigas'.
Dejando a un lado sus ortopédicas comedias sexuales ('How to Succeed with Sex', 'The Big Bet' y 'Let's Do It!'), incluso el espectador más cínico puede reconocer que el veneno del cine corre por las venas de una filmografía atrapada en un círculo vicioso de trastornos post traumáticos que se interrumpió en 1989, para resucitar dos décadas después con 'Secrets of a Psychopath' (2015). Bert. I. Gordon tiene 94 años y ¡sigue vivo!
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.