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Guillermo Balbona
Jueves, 26 de enero 2017, 19:47
«El mundo está lleno de quejicas. Pero el hecho es que ya nada está garantizado. No importa que seas el Papa de Roma, el presidente de los Estados Unidos o el hombre del año: siempre hay algo que puede salir mal». Es el monólogo, la voz en off que abre 'Sangre fácil'. Es una de las óperas primas más deslumbrantes, enérgicas, catalizadoras de estilo e influyentes del último tramo cinematográfico del siglo XX. El debut de los hermanosCoen es un ejercicio de estilo que a veces oscila entre lo provocador y lo epatante, que destila una mirada cáustica, un homenaje enrevesado, entreverado y laberíntico del Hitchcock más perverso y que se postula como una vuelta de tuerca a las convenciones del género negro.
Cruel, inteligente, ácido y singular thriller, premiado en Sundance, en su hábitat de enredadera y buscada confusión se mezcla la violencia y el sentido del humor soterrado. Los hermanos Coen, Joel y Ethan, abrieron fuego de este modo salvaje en su filmografía irregular pero siempre interesante e intensa, a medio camino entre el cine de autor y los homenajes, lo paródico y lo caricaturesco. Curioso, lúdico y excelente debut, 'Sangre fácil' está insuflada por una miscelánea de homenajes al cine negro en clave de cómic y una intriga más que eficaz, rodada con buenas dosis de humor negro. Ejercicio de estilo, subrayado de vocación creativa, manipulación de los arquetipos del cine negro y juguetón diálogo de perseguidores y perseguidos, el filme convierte un mero asesinato por encargo en un extraño mecano donde la frivolidad, la precisión, el juego formal y la decidida declaración de principios sobre una idea del cine que a lo largo de más de tres décadas han practicado con coherencia y estilización de la mirada.
Transgresores, han dedicado su obra a voltear los géneros clásicos y se han adentrado en el canon o en las leyes no escritas pero estereotipadas para hacer un cine con sabor marginal, periférico y alternativo en ocasiones. 'Sangre fácil', que traza fronteras difusas entre la comedia y lo negro, entre el absurdo y la parodia, plantea un territorio inasible a través de una trama de adulterios y sabuesos, investigadores privados y, sobre todo, una caterva de personajes grotescos sin asideros. A ello se suma una atmósfera nocturna de cuento negro, de ensoñación irreal, todo envuelto en un clima de violencia extrema.
La música, como en muchos otros de sus filmes, es un personaje más y los Coen, como en 'Arizona baby' y el tramo inicial de su fimografía exprimen su estilo y su puesta en escena y lo llevan hasta el final con todas sus consecuencias. Es casi imposible rastrear el mundo de los Coen sin acudir a esta pequeña joya de limitado presupuesto y en apariencia menos ambiciosa que otras de sus creaciones, caso de 'Muerte entre las flores'. Protagonizada por Frances McDormand, después musa y esposa de Joel, la obra hace hincapié en la originalidad, en la búsqueda de personajes que dejan una huella especial como en 'El Gran Lebowski', en una engañosa escritura visual entre lo académico y lo sorprendente que alcanzó su punto álgido en esa obra maestra que es 'Fargo'. A modo de viaje al fin de la noche, entre lo secreto y oscuro, la violencia en hipérbole descarga toda su crudeza.
Humor gamberro, retrato de la América profunda, patetismo, juego con los perdedores...en una estrujada realidad sangrienta. El ritmo y el subrayado visual permiten incluso dotar al filme de una cierta personalidad que, más tarde, los Coen depurarían. Hasta lo surreal asoma en esa escena de la tumba desde la que un moribundo dispara su pistola con insistente percusión. Siempre desmitificadores la trama desnuda sus entresijos, genera una capa de confusión y ensalza los detalles, las anécdotas y la atmósfera. Todo fluye: lo visceral, lo aparente, el juego de mentiras y subficciones y el azar hasta configurar una profunda trampa en la que el espectador acaba atrapado, colgado de la imaginación.
En 'Sangre fácil' subyace una cierta inclinación visionaria en la que el detective y sicario encarnado por M. Emmet Walsh encabeza una historia entre el absurdo y los rizos delirantes, la locura transitoria, la demencia lúdica de unas criaturas patéticas. Como en gran parte de su cine, los Coen se recrean en ese hombre que se debate entre el azar, el destino y el combate eterno de sexo y violencia. Bajo la apariencia de historia mestiza entre la infidelidad, el engaño y la muerte los hermanos dibujan un mapa personal de moral e inmoralidad y barajan la realidad y la ficción con destreza, y se estrenan con un cuento negro en el que los equívocos, las etiquetas y las venganzas entrelazan otras intrahistorias paralelas y encrucijadas vitales.
Filme de éxito relativo logró, sin embargo, aunar a la crítica en torno al talento de Joel y Ethan. Dos curiosidades: unas reediciones posteriores bajo esa moda llamada 'Director's Cut', redujeron el metraje tras apretar el montaje. Y el prestigioso cineasta chino Zhang Yimou abordó un personal guión, a modo de remake, materializado en 'Una Mujer, una Pistola y una Tienda de Fideos Chinos' en 2009. Dramatismo y plano secuencia, lo extraño y lo trágico, lo inevitable y lo azaroso se suceden en esta opereta cargada de golpes bajos que zarandea al espectador hasta no dejar ni un atisbo de tiempo muerto. La espiral de sangre que atraviesa la intriga criminal es un soplo de energía que de forma caprichosa o muy planificada destruye la aparente seriedad. Entre pardillos y cínicos, listillos y temerosos, zascandiles y torpes, los Coen extienden y siembran su mirada vitriólica y dejan una huella roja tan sabrosamente pringosa como nihilista.
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Iker Cortés | Madrid
Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
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