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Últimamente nos quejamos sobremanera de la utilización ética y estética de las inteligencias artificiales. No es para menos, hay quien ve peligrar su profesión. Su implantación es un hecho y la sociedad va a dar un vuelco, tal y como la conocemos, pero el tema ... está aún por explorar y no cesan de abrirse nuevas vías de discusión. El debate ruge sobre la mesa y hay que aceptar, de entrada, que el mal empleo de generadores aleatorios de contenido visual responde a una falta de criterio generalizada. Se comparten imágenes terribles, mal ejecutadas y de un gusto dudoso, pero al grueso del personal le parece estupendo. Esto es extensible, desde hace demasiado tiempo, a la creación musical, literaria, audiovisual y más allá, desde que el resultado final de una obra depende de las estadísticas y lo que decida alguien en un despacho a puerta cerrada. Hay que añadir factores en el ultraprocesado de la obra, como la opinión de los propios supuestos fans en las redes sociales.
En este maremágnum de imposiciones cabe preguntarse qué diferencia hay entre lo que aporta una IA y lo que resuelve un ser humano mediatizado por mil y un filtros absurdos y el deseo incontenible de ser mainstream. Yendo al grano, el guión de 'Rebel Moon', como tantas novelas superventas o series con un gran número de visualizaciones, podría perfectamente ser fruto de una IA. Nula personalidad y cero riesgo. Funcional pero mil veces visto.
'Rebel Moon (Parte 1): La niña del fuego', como la mayoría de películas que pretenden ser comerciales, está escrita en piloto automático, respondiendo como el pez que se deja llevar por la corriente a la dictadura de la mediocridad. No hay nada que no hayamos visto antes en lo último de Zack Snyder, un tipo al que le ha consumido su propio ingenio, convirtiéndose en una caricatura de sí mismo. Atrás queda el genial comienzo del remake de 'Amanecer de lo muertos' y otros destellos de genialidad en su trayectoria, ensombrecidos por una idea absurda del concepto de épica, inexistente en la epopeya de ciencia-ficción, heredera confesa de 'Star Wars', que ha lanzado Netflix por todo lo alto hace unos días.
El amasijo de clichés y topicazos es sonrojante, pero lo realmente preocupante es que ni siquiera destaquen las escenas de acción, aquello en lo que antaño llamaba la atención el popular director de 'El hombre de acero'. El abuso de la cámara lenta y una puesta en escena perezosa borra '300' del mapa y la gracia de 'Sucker Punch'. Como si el otrora sugestivo cineasta tuviese amnesia de su propia filmografía, desde que un grupo de fanáticos de su legado fílmico, demasiado ruidosos, gritara a los cuatro vientos que el absurdo director´s cut de 'La Liga de la justicia' es una obra maestra, se le ha olvidado hasta narrar. Para contentar a este grupo de seguidores recalcitrantes, el propio autor de la adaptación de 'Watchmen' ya ha anunciado que existe un remontaje de 'Rebel Moon' con el doble de metraje, como si fuera una característica básica en su tambaleante carrera.
'Rebel Moon' parte de un proyecto ligado a 'Star Wars' que finalmente fue rechazado. Snyder lo ha maqueado para que no se note el punto de partida de la película, pero inevitablemente se delata así misma. Se nota demasiado, así como la influencia descarada de Akira Kurosawa y 'Los siete samuráis'. Podemos acordarnos hasta de la cinta de culto retro 'Los siete magníficos del espacio'. Están los aires de western, viajar de planeta en planeta como si fuese ir de pueblo en pueblo en el lejano Oeste y no falta una escena de pelea en una taberna típica con olor ha cerrado. La única diferencia clara respecto al universo pergeñado por George Lucas es que los personajes están más cachas y lucen tableta abdominal sin venir necesariamente a cuento.
Salvar una aldea de agricultores de la amenaza de un destructor intergaláctico es la premisa de un relato mascado que cuenta con una continuación que verá la luz en abril. La arbitrariedad de los acontecimientos y la sensación de que Snyder ha hilado como ha podido varias secuencias, que no son tan maravillosas como laten en su cabeza, se une el empleo de un CGI regulero y un sentido de la maravilla aquejado de una preocupante ausencia de narrativa. A pesar de tanto tic, combate el tedio si ponemos el cerebro en stand by, con la misma memoria de pez que el máximo responsable del show – al que es difícil perdonarle la inane 'Ejército de los muertos'-, y cuenta con un casting certero, encabezado por Sofía Boutella, lo mejor del titubeante espectáculo.
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