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El que esto escribe está cada día más convencido de que quizás, para ahorrar tiempo frente a la multipantalla, salvo lo que toque por deformación profesional cuando te dedicas a la crítica cultural, es mejor concentrase en las series británicas y orientales, sobre todo coreanas, ... para no errar en el tiro a la hora de elegir qué ver entre tanta oferta en streaming. 'Perros de caza', por ejemplo, cumple con creces con cualquier expectativa, enfatizando la idea de no malgastar nuestras horas devorando material sin filtro, porque figura exultante en la discutible lista de lo mejor del día, viene precedido de una promoción cargante, mucha publicidad, o es lo primero que sale en el menú bajo demanda al abrir la aplicación. La nacionalidad es sinónimo de calidad. Por supuesto, hay excepciones, y hay que alimentar la maquinaria autóctona, pero al César lo que es del César. La producción surcoreana objeto de estas líneas es una buena muestra de cómo entretener y enganchar al espectador con emoción, con un buen catálogo de personajes, secuencias enérgicas e ideas de guion, con los giros oportunos para no dejar de darle al play.
'Perros de caza' puede definirse como un drama de acción, con algunos instantes cómicos que alivian la tensión, porque intriga hay, mucha, y explosiones de violencia también, bien coreografiada. Hay momentos duros en el desarrollo de esta historia, situada en la postpandemia -a ratos, lucen mascarillas-, protagonizada por dos jóvenes boxeadores que acaban enfrentándose a un villano que se maneja en el negocio de los prestamos. Cuando parece que los personajes con los cuales empatizamos respiran, se precipita el desastre y vuelta a empezar en una espiral de acontecimientos indomable, difícil de imaginar como público aventajado. En torno al vil metal se teje esta lucha entre el bien y el mal, con zonas grises, en la que es imposible no encapricharse con los roles principales, cuyo cuerpo y alma sufren golpes físicos y emocionales. Hay diálogos sensibleros, como manda los cánones en la ficción oriental, pero hay pocos parones de ritmo a lo largo de ocho intensos episodios, de una hora de duración, que parecen comprimir varias temporadas en una sola sesión, a diferencia de otras propuestas contemporáneas que estiran el chicle hasta la extenuación.
Como todo estimable producto coreano, en 'Perros de caza' no falta la crítica al devorador capitalismo. Los protagonistas se buscan la vida, pisando en lado salvaje sin comerlo ni beberlo. Las peleas a puñetazos y cuchilladas ofrecen un sublime espectáculo de acción que ya quisieran otras series de género. Duelen los tortazos, que suenan como una apisonadora sobre el asfalto. La sangre corre más que las lágrimas. Hay más detalles a destacar en este thriller de venganza que describe los tejemanejes de quienes mueven entre las sombras los hilos del poder en la ciudad de Seúl, con el sector inmobiliario en el punto de mira. Despliegan algunos flash-backs, bien integrados, en los cuales los actores están rejuvenecidos sin que se note el maquillaje ni los deepfakes. Otra manera de hacer las cosas es posible, sabiendo en todo momento por dónde llevar a la audiencia.
Dirige Kim Joo-hwan ('Midnight Runners'), a partir de un texto de su puño y letra, basándose en el webtoon 'Sanyanggaedeul', obra gráfica de Jung Chan. El casting merece especial atención, con nombres como el del actor y modelo Woo Do-hwan ('Mad Dog'), Lee Sang-yi ('El amor es como el chachachá'), Jung Da-eun ('Love Revolution'), Heo Joon-ho ('Huida de Mogasdicio') o Park Sung-woong, al que hemos podido ver en 'Rugal' o 'Monstrum' y aquí encarna con fiereza al terrible villano
'Perros de caza' habla, sobre todo, de la amistad. La lealtad vertebra la cadena de sucesos que envuelven una premisa que no puede alardear de originalidad, pero sí de ser el chispazo que enciende un thriller que quema el tedio y salpica, con lágrimas y hemoglobina, nuestra encallecida retina, despertándola entre tanta propuesta fotocopiada carente de emoción. La presencia de la comida, en restaurantes o en el hogar, es constante, como es habitual en el cine coreano. Buenos finales de capítulo y un punto y aparte, a falta de dos episodios para que termine la temporada, donde, aunque la acción coge carrerilla de cara al clímax final, la conclusión resulta insatisfactoria después de la travesía. Este bajonazo en el último tramo se debe, en gran parte, a la desaparición en el camino de algunos personajes carismáticos. Queda alguna línea abierta para una posible continuación, pero el arco principal se cierra a la espera de noticias de Netflix sobre una segunda aventura de los perros de presa.
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