Kote Cabezudo
CRÍTICA DE TELEVISIÓN ·
'En el nombre de ellas' indigna no solo por su protagonista, sino por la detallada crónica de un larguísimo proceso judicial cuya instrucción atentó contra la lógica y la decenciaSecciones
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CRÍTICA DE TELEVISIÓN ·
'En el nombre de ellas' indigna no solo por su protagonista, sino por la detallada crónica de un larguísimo proceso judicial cuya instrucción atentó contra la lógica y la decenciaEl incesante ritmo de estrenos en las plataformas provoca que pasen desapercibidos productos que merecerían más atención. Es el caso de 'En el nombre de ellas', la serie documental de Netflix sobre Kote Cabezudo, el fotógrafo donostiarra condenado a más de 28 años de cárcel ... tras ser declarado culpable de diez delitos, entre ellos pornografía infantil y agresión sexual.
Algunas de sus víctimas, que dan la cara ante la cámara, lamentaron que Disney Plus se echara atrás en el último momento «por discrepancias con la productora» y no emitiera el documental, que ha acabado en Netflix. La historia de este detestable personaje es de sobras conocida. Dentista de profesión, Cabezudo se convirtió en algo así como el fotógrafo oficial de San Sebastián, presencia imprescindible en eventos de moda y concursos de modelos.
Patrocinado por el Ayuntamiento, este depredador sexual se aprovechó durante treinta años de la ilusión de chicas, muchas de ellas menores, que aspiraban a abrirse un camino en el mundo de la moda. A cambio se encontraban con el chantaje de un violador, que no dudaba en publicar en redes las fotos y vídeos de las modelos desnudas.
'En el nombre de ellas' indigna no solo por su protagonista, sino por la detallada crónica de un larguísimo proceso judicial cuya instrucción atentó contra la lógica y la decencia. La absoluta falta de empatía con las víctimas, las preguntas incómodas, impertinentes, la falta de tacto, demuestran que, pese a los discursos de los políticos, todavía queda muchísimo por hacer en los juzgados para acompañar a la víctima en los delitos contra la libertad sexual. Que toda esta pesadilla ocurriera en la plácida San Sebastián, cuya belleza recorre la cámara una y otra vez, añade un plus de extrañeza.
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