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Ángel Sánchez de la Torre Catedrático de Filosofía del Derecho «Mi mejor escuela ha sido el contacto con los campesinos»
Domingo - I

Ángel Sánchez de la Torre Catedrático de Filosofía del Derecho «Mi mejor escuela ha sido el contacto con los campesinos»

Este intelectual asegura que «no sería lo que soy si no fuera lebaniego»

PEDRO CRESPO DE LARA

Domingo, 19 de febrero 2006, 01:00

«Puso Dios en mis cántabras montañas/auras de libertad, tocas de nieve/ y la vena del hierro en sus entrañas». Y puso también la semilla de gentes fuertes de carácter y bien dotadas, que han dado testimonio de sus virtudes a lo largo de la historia y andan todavía haciendo ruido por el mundo. Tales fueron en los dos últimos siglos don Marcelino Menéndez Pelayo -autor de los vibrantes endecasílabos que abren esta entrevista-, Pereda, Amós de Escalante, Concha Espina, Enrique Menéndez Pelayo, Gerardo Diego y José Hierro, en las letras; Emilio Botín, en las finanzas; Díez de Velasco y Enterría, en el Derecho; María Blanchard, Casimiro Sanz y Riancho, en la pintura; políticos, militares, marinos, aviadores, sacerdotes, prelados y cardenales, empresarios... En toda clase de actividades encontramos cántabros punteros. Sin embargo, hasta ahora, Cantabria no ha tenido representación en la Filosofía.

-Eso no es así -me dice Ángel Sánchez de la Torre, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, un notable lebaniego que va y viene de Madrid a Potes, donde tiene un 'bargareto' o casa rústica en la aldea de Casillas, en las estribaciones del macizo central de los Picos de Europa. Tiene también un huerto plantado por su mano, cercado con pared seca. Él mismo cosecha las patatas y las hortalizas y cuida los perales y los manzanos, que, naturalmente, producen las peras y manzanas más sabrosas de Potes-. Claro que ha habido filósofos en Cantabria. Lo que pasa es que están tapados por otros prestigios. Todo el mundo conoce a un monje llamado Beato, que vivió en la segunda mitad del siglo VIII, a quien se venera en el monasterio de Santo Toribio de Liébana. Este año, precisamente, es Año Santo y ya se anuncian los peregrinajes y los cultos. Pues bien, Beato de Liébana es autor de una obra filosófica fundamental para interpretar su tiempo y la filosofía de la Teología que sirvió de base al desarrollo del espíritu europeo. Damos un salto de nueve siglos y nos encontramos con Quevedo, oriundo de Bejoris, donde tenía su casa solar a la que se refería diciendo: «Es mi casa solariega/ más solariega que otras/ que por no tener tejado/ le da el sol a todas horas». Quevedo está marcado por su fuerte personalidad literaria y política, pero se puede decir con fundamento que fue también filósofo.

También, entre destellos literarios, hay que descubrir a otro filósofo, que es Calderón de la Barca, cuya famosa obra dramática La vida es sueño ha suministrado ideas muy estimadas en la historia de la filosofía moderna. Y si no fuera por su fama de polígrafo, don Marcelino Menéndez Pelayo podría ser considerado como el pensador más importante de los siglos XIX y XX, solamente por el talento filosófico desarrollado en la Historia de las ideas estéticas. Y me siento muy identificado con Concepción Arenal, autora de una filosofía del Derecho Penal, donde ha desarrollado, por un lado, una concepción antitotalitaria del Estado y, por otro, una consideración de la libertad que es un modelo para el tratamiento político y jurídico de esta facultad humana.

Ángel Sánchez de la Torre tiene una cabeza noble, de rasgos firmes, como tallada en ángulos rectos, que le dan un aire de firmeza y voluntad, que templa y suaviza una sonrisa amable, con la que saluda a su interlocutor.

Estudió las primeras letras en Liébana y el Bachillerato en la Universidad de Comillas. «Lo terminé en Oviedo, donde hice también Magisterio. Luego ejercí como maestro sustituto en distintas escuelas de Liébana y, al tiempo, estudiaba la carrera de Derecho. Iba a examinarme a Oviedo por libre y aprovechaba los libros de mi padre, maestro también, que había estudiado Derecho y preparaba oposiciones para jueces cuando estalló la Guerra Civil».

-¿Ha influido Liébana en el desarrollo de su vida?

-Absolutamente. Si yo no me hubiera criado en Liébana mis ideas básicas no serían las mismas y, por tanto, mi vida habría sido otra. Mi mejor escuela ha sido el contacto con los campesinos y la observación de su mentalidad. La ordenación mental del campesino comprende, a la vez, las claves del político, del científico y del filósofo. El campesino conoce cómo, cuándo y con qué intensidad ha de realizar una tarea cuyo aprovechamiento no se producirá hasta años después; las plantaciones de árboles, por ejemplo. Sabe que el resultado no depende sólo de él, que cada tarea ha de hacerse conforme a oportunidad, modo y economía de recursos. ¿Qué son las rogativas, esas preces religiosas a las que se acude en tiempos de sequía, sino un consuelo para el ánimo y una esperanza, una vez que se ha hecho todo lo humanamente posible? Pues bien, hacer las cosas con medida revela al científico. El conocer las causas que producen determinados efectos, revela al filósofo. Y saber qué cosas conviene hacer para ganar bienestar, que vivir es convivir, ayudar y ser ayudado por los vecinos, revela al político. Yo veo resumida la sabiduría profunda del campesino en el refrán lebaniego que dice: «Plantaron y comemos, plantemos y comerán».

-Por todo lo que me dice, no hay duda de que se siente usted lebaniego.

-Hasta los tuétanos. Ya le he dicho que no sería lo que soy si no fuera lebaniego; si mis cuatro abuelos no fueran de Torices, Mogrovejo, Ojedo y Casillas. Lo que yo soy no lo define ni mi profesión ni mis conocimientos, sino lo que yo siento al estar con mis parientes, entre mis vecinos y frente a los horizontes quebrados de los Picos de Europa.

-Profesor, sabemos que la Filología es su pasión, ¿de dónde viene la palabra Cantabria?

-En el mundo antiguo no es la tierra la que da nombre a los pobladores, sino los hombres a la tierra. Pero tampoco son los propios habitantes quienes se bautizan a sí mismos, sino los vecinos y viajeros quienes les ponen un mote que los caracteriza y los distingue de los demás. Son, pues, los cántabros los que dan nombre a Cantabria. ¿Y de dónde procede el nombre de los cántabros? Probablemente de la raíz lingüística cant, que significa 'piedra'. Hubieran podido ser los habitantes del territorio donde las piedras eran el elemento predominante, donde las altas cumbres, casi siempre calizas, reverberan al sol desnudas, sin tierra ni vegetación. La raíz cant también podría aludir al hacha de doble filo, que está en el emblema de Cantabria, y cántabros serían los 'guerreros del hacha de piedra'. Cantabria tiene que ver, por lo dicho, con los hombres que combatían con el hacha de piedra y que adoraban al dios del sol, representado en el signo del cántabro. La gloria de su dios se les acercaba con el fragor del trueno, que resonaba en los desfiladeros, y el rayo, que incendiaba los robledos.

-¿Cántabro o montañés?

-Son dos palabras hermosas, que expresamos con satisfacción y orgullo. Ya dijimos de los cántabros; los montañeses son los habitantes de las montañas, los que más tarde serían reconocidos como hidalgos. Por todo ello, los nombres de cántabro o montañés, tanto monta, monta tanto, podemos usarlos indistintamente, con igual corrección y orgullo patrio.

-Todos los pueblos de Cantabria han mejorado de aspecto desde que Cantabria se constituyó en región autónoma. ¿Quiere esto decir que hemos ganado con la autonomía?

-La auténtica significación de Cantabria es haber sido la raíz de Castilla y luego de España, la cuna de la nobleza nacional y el símbolo del heroísmo conocido en Europa por documentos históricos que reflejaban el máximo esplendor del Imperio Romano. Ahora bien, la pequeña base de población y su debilidad económica, comparada con su vecina Vizcaya, que ha sabido atraer a sus mejores hombres y absorber e invertir con acierto y tesón su ahorro financiero, dejan a Cantabria, como región autónoma, en una situación debilísima. Y por aquello de que la unión hace la fuerza, Cantabria con Castilla sería más que Cantabria sola. Esperemos que las nuevas comunicaciones con Castilla la hagan restablecer su conciencia histórica. Creo que España sería otra si Castilla hubiera estado presente con Cantabria en los puertos cantábricos y con La Rioja en la zona central del valle del Ebro. El futuro de Cantabria está en acertar a desarrollar sus posibilidades mediante la selección de proyectos valiosos y la preservación de su privilegiada naturaleza. ¿Ojo con devaluarla so pretexto de atraer el turismo!

-¿No cree usted que la atracción del turismo debe ser un objetivo importante en la política de desarrollo de Cantabria?

-Sí debe serlo, pero conscientes de que la naturaleza que ofrecemos es de primerísima calidad y, por consiguiente, de primerísima calidad han de ser los servicios que se pongan en marcha, para que el resultado sea el congruente, es decir, atraer al turismo de la más alta calidad y capacidad económica, como se hizo en los años de los veraneos regios.

-Podríamos recordar la ley de Gresshan: «la moneda mala destierra a la buena», que, aplicada al caso, diría que el turismo barato destierra al caro.

-Así lo creo. Otro objetivo debe ser invertir en educación. Examínense las experiencias de Irlanda y de Corea del Sur, que se han convertido en países de gran crecimiento económico gracias al inteligente esfuerzo que han hecho para formar ciudadanos cultos y capaces.

-Creo que sería ocasión de recordar las dos clases de montañeses que ha dado nuestra historia: los que salieron en busca de la gloria y la fortuna y los que se quedaron en la tierra que los vio nacer.

-Bien traído este recuerdo, para reforzar la idea o desideratum de que el desarrollo de Cantabria debe tender a que no tengan que salir fuera sus hijos a ganarse el pan. Imagínese lo que sería Cantabria si hombres como Jesús de Polanco, Francisco Pérez González, Eulalio Ferrer, Manuel Díez de Velasco, Eduardo García de Enterría, José Hierro, Pablo Beltrán de Heredia y otros muchos hombres y mujeres de la empresa y la cultura y demás oficios y profesiones hubieran podido quedarse en su tierra con los medios precisos para el desarrollo de sus talentos y capacidades, como es el caso de los Echegaray y los Botín; y no que han tenido que abandonar sus lares y están dando sus frutos en otros lugares que han sabido atraerles.

-¿Qué piensa de la gestión pública en Cantabria?

-Tenemos excelentes y no pocas individualidades en el Gobierno, en la Asamblea, en los Ayuntamientos, pero excelentes deberían ser todos los políticos porque tienen a su cargo el cuidado de la comunidad cántabra. Y si examinamos uno por uno a los políticos que conocemos, vemos con dolor que hay muchos a los que no encomendaríamos un problema personal de alguna importancia y, sin embargo, ¿helos ahí!, en lo más alto, gestionando los interesases colectivos de los ciudadanos. Desde los griegos se viene diciendo que a la política hay que llevar a los mejores. Tenemos pendiente una cruzada, a nivel nacional, para corregir este grave mal: que los bien dotados rehúyen los cargos políticos y los mediocres, que no son nada en la vida privada, se aprovechan de ello para ocuparlos, con tanta osadía como incompetencia.

-¿Recuerda la proclama de Los tres de la Generación del 98: Azorín, Maeztu y Baroja a la juventud de su tiempo?

-Más o menos.

-Decía: «La juventud intelectual tiene el deber de dedicar sus energías, haciendo abstracción de toda diferencia, a iniciar una acción social fecunda, de resultados prácticos».

-Pues que llegue desde aquí esa proclama, actualizada, a la juventud intelectual cántabra.

-¿ Piensa ir en peregrinación a Liébana para ganar el jubileo?

-Usted sabe que estoy reponiéndome de la rotura de un tobillo, pero, si curo a tiempo, le invitaré a usted a que me acompañe para ganarlo juntos.

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