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J. M.ª RODRÍGUEZ LINARES
Sábado, 25 de marzo 2006, 01:00
El restaurante de hoy, De Bellota, es uno de esos establecimientos, difíciles de definir si se atiende a la consabida clasificación general de restaurantes de cocina tradicional o de cocina de autor. Sin embargo si se valora este restaurante por como se come, la duda se disipa, uno se encuentra ante uno de esos restaurantes en los que se come bien. La practica totalidad de las recetas que se preparan en esta casa son más que correctas, llegando a ser algunas dignas de múltiples elogios. El tipo de cocina que practican es bastante tradicional tanto por los sabores como por lo abundante de sus raciones. Lo único que puede hacer dudar del concepto de cocina que uno tiene delante es el resto de detalles que tienen en 'De Bellota'. Lo primero la esmerada presentación de los platos, que huye de los vulgarismos de algunas cocinas tradicionales, para intentar buscar junto a los sabores una interesante armonía de colores y formas en el plato, pero eso sí, sin minimalismos estridentes que den la impresión de que no hay nada que comer. Otro aspecto que resalta es la vajilla que utilizan; platos de cuidadas formas y diseño que mejoran de modo claro el aspecto de las recetas que contienen. Y por supuesto, el cuidado que su propietaria Cristina, se toma en cada detalle del restaurante: Carta de esmerado diseño, local bien decorado, bonito, junto a un servicio atento y desenfadado que desde luego agrada.
La comida
Lo primero de todo es, para quienes no conozcan esta casa, aclarar que además de restaurante 'De Bellota' también funciona como bar de pinchos y raciones. Eso sí los espacios se encuentran perfectamente separados, ubicándose el bar en la planta baja del local y el restaurante en la de arriba. Una vez en la planta de arriba y, ya cómodamente sentados, se observa la carta. Esta llama la atención, en principio, por su cuidado diseño y, a continuación, por sus interesantes contenidos. La carta se divide en cinco grupos: Ensaladas y verduras, entrantes, pescados, carnes y postres. En total algo más de 30 platos, en principio, muy sugerentes. Destacan sobremanera las alcachofas naturales semi confitadas, una verdadera delicia para los paladares más exigentes, tiernas y sabrosas en su interior y crujientes por fuera, sin duda todo un acierto. El carpaccio de solomillo con virutas de queso Parmesano y vinagreta de aceto balsámico y alcaparras, resultó acertadísimo, tanto por lo bien ejecutada que estaba esta sencilla receta, en donde lo más importante es no pasarse de vinagre en el aliño para no cocinar la carne, como por lo acertado de su presentación, precioso el plato. Se continuó comiendo un rico y original pastel de zanahoria con queso de cabra gratinado, en donde los matices dulzones de la zanahoria se complementaban de maravilla con el 'deje' amargo y salado del queso de cabra. Como pescado se tomó un lomo de atún toro con salsa de soja, que tal y como mandan los cánones se sacó muy poco hecho como si de un solomillo de vaca se tratase, el único modo de poder disfrutar al 100% de este túnido. Otro de los platos degustados fue un lechoncito -cochinillo- deshuesado y confitado, que no es más que cocinar a baja temperatura la carne del animal en una grasa. Este plato, de ración casi exagerada, también resultó agradable en su conjunto, aunque si el cerdito hubiese sido algo más joven, lechal, el resultado habría pasado de agradable a óptimo. Finalmente apenas quedó hueco para el postre con lo que tan sólo se pudo probar uno de ellos, la sopa fría de chocolate blanco, que acorde con el resto de lo probado resultó agradable y, además, muy fresca.
Los vinos
Esta maravillosa comida lo fue, entre otras muchas cosas, por lo excelente de los vinos que la acompañaron. Dos fueron los 'caldos' que se tomaron: Un blanco, Guitian 2004 fermentado sobre lías y, un soberbio tinto, Resalte vendimia seleccionada. El blanco proviene de tierras gallegas, pero dista mucho de parecerse a los conocidos albariños, más concretamente pertenece a la D.O. Valdeorras. Es un vino realmente bueno, sin duda de los mejores blancos del país, con cuerpo, glicérico, de acidez equilibráda y mucha fruta. El tinto, a su vez, pertenece a la D.O. Ribera del Duero, y fue el ganador del concurso de vinos que se celebró en Santander 'Altamira Vinos'. Y no es de extrañar ya que este vino de capa alta, es la materialización del perfecto equilibrio entre la fruta y el vigor de la variedad y los matices que le aportan el terruño y la madera. Una delicia.
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