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«Por favor, no me maten»
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INTERNACIONAL

«Por favor, no me maten»

El jurado del juicio a Moussaoui escucha las grabaciones del avión que se estrelló en Pensilvania el 11-S

MERCEDES GALLEGO

Viernes, 14 de abril 2006, 02:00

Cuando la 'premiere' de la película 'United 93' abra el martes el Festival de Cine de Tribeca, Hollywood tendrá ante sí el reto de igualar el dramatismo que se vivió el miércoles en la sala del tribunal de Alexandria (Virginia) donde se decide la vida o la muerte de Zacarias Moussaoui, el único inculpado por los atentados del 11-S de 2001.

El empeño del Gobierno en llevarle a la silla eléctrica ha servido para que se haga pública la grabación recogida en la caja negra del vuelo 93 de United Airlines, que según la comisión del 11-S se habría estrellado contra el Capitolio de no ser por el motín de los pasajeros.

Llantos, súplicas, gritos de dolor, silencios desgarradores. Las voces en árabe y en inglés resonaron en la sala mientras Moussaoui, impertérrito, miraba de soslayo el reloj, repanchigado en la silla con cara de hastío.

«Señoras y caballeros, les habla el capitán: Por favor, siéntense y no se muevan de sus asientos. Tenemos una bomba a bordo». La voz no pertenecía al capitán Jason Dahl ni a su primer oficial Leroy Homer. Sus cuerpos yacían ya degollados. En su lugar, el terrorista libanés Ziad Jarrah había tomado los mandos, pero el mensaje no sonó por los altavoces, sino por el canal de los controladores aéreos. El diálogo en árabe da fe de la confusión mientras los secuestradores buscan el botón correcto.

Pasaban dos minutos de las nueve y media de la mañana. Las Torres Gemelas estaban en llamas, pero los 33 pasajeros a bordo de este avión no lo sabían aún. Les quedaba media hora de vida, y muchos de ellos no tardarían en entenderlo.

«No, por favor, por favor. No me haga daño, no quiero morir». La mujer que solloza es una de las azafatas, arrastrada hasta la cabina del piloto. Sus súplicas se apagan repentinamente. Probablemente está muerta.«¿Siéntate! ¿Cállate!», espeta la voz con acento árabe a otro hombre que ruega por su vida.

«Ya está, vuélvete»

El silencio triunfa de nuevo. «Ya está, vuélvete», le dice un secuestrador a otro. «Todo está bien, he terminado».

Los pasajeros han sido concentrados en los asientos traseros. Algunos han logrado llamar a su familia, y así han descubierto lo que ocurre fuera. Les quedan pocas dudas de cuál será su suerte.

«Hola cariño, tienes que escucharme atentamente», dejó grabado la azafata CeeCee Lyles, de 33 años, en el contestador de su marido. «Estoy en un avión que ha sido secuestrado. Quiero que sepas que te quiero. Por favor, díselo a los niños, los quiero mucho. He oído que han estrellado aviones contra el World Trade Center. Espero poder ver tu rostro de nuevo, cariño». Se le quiebra la voz. «Te quiero, adiós». Antes de que cuelgue se la escucha llorar. Su marido, un policía de Fort Myers (Florida), también se quebró sobre el estrado, mientras la Fiscalía sometía al jurado a una presión emocional que probablemente acabe en sentencia de muerte.

La rebelión a bordo ya estaba urdida. Uno de los secuestradores yacía ensangrentado en el suelo. Los que pilotaban el avión lograron repeler el primer envite, pero los golpes y el ruido de vajilla en la puerta hacen sospechar que los amotinados volvieron a la carga con un carro de servicio.

«¿Estoy herido!», dice alguien en inglés. «¿A la cabina! Si no, todos vamos a morir». El jefe de contabilidad de 32 años Todd Beamer lidera. «¿Adelante!». En la cabina, uno de los secuestradores pregunta al otro: «¿Eso es todo? Quiero decir, ¿lo tumbamos?» «Sí, túmbalo. Alá es el más grande». El avión se estrelló en Pensylvania.

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