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E. SARDINA
Jueves, 6 de julio 2006, 02:00
Mañana, a las 19,30 horas, se inaugura en la Galería Carmen Carrión la exposición de María Teresa Martín Vivaldi. Bajo el epígrafe 'De cauces sordos y sonoros' se esconde una serie de obras en las que el jardín, como base para desarrollar los colores, cobra protagonismo.
Este espacio natural, trabajado por la mano del hombre, sirve a la granadina para estudiar las conjunciones de luces y sombras, la fuerza del color y la variedad de las formas.
Sus obras emanan alegría y calor. Representan una dialéctica entre el espacio natural y el urbano, que sobre el lienzo se integran de una forma magistral.
Existe en Martín Vivaldi un fenómeno singular que, desde sus inicios, confiere a la forma un valor característico y sólido: el dominio del color como principio fascinante para llegar al fondo de las cosas y del alma humana. Una ejecución pictórica muy particular la suya por poner en práctica aquel axioma de Kandinsky que tantos réditos cosechó en las pretéritas vanguardias, y que consistió en proporcionar a la pintura todas las sinestesias que la poesía había derrochado en balde. Y así, abogó con éxito por la fragancia de los colores, o por el sabor irresistible de ciertos azules, y en general por el «sonido interior» que esos colores proporcionaban a la espiritualidad de la pintura. Martín Vivaldi, que desde niña supo de poemas y de formas poéticas como de colores -su tía Elena Martín Vivaldi fue un exponente práctico de gran calidad-, parece asumir este criterio sin demasiadas complicaciones. Pero la resolución en el lienzo resulta ser aquí mucho más elemental y menos filosófica, entre otras razones porque, para María Teresa Martín Vivaldi, el color sale de ella, y lo recibe al mismo tiempo, tal y como se encuentra en las cosas: con esa sonoridad nativa que produce lo natural con su percepción innata.
María Teresa Martín-Vivaldi García-Trevijano (Granada. 1955), es Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología, sección de Antropología Social, por la Universidad Complutense de Madrid. Recibió lecciones de pintura y de modelado de José Guerrero, Manuel Rivera y Eduardo Carretero, entre otros, y lecciones de grabado de Julio Espadafor.
Presente en numerosas exposiciones individuales y colectivas desde 1984, esta creadora granadina ha recibido varios premios y distinciones. En 1993 recibió el Premio 'El Tesorillo' de Bellas Artes. En 1995 se alzó con la Medalla de Honor del certamen BMW, del que un año más tarde sería finalista.En 1999 cosecha el segundo puesto en el premio Emilio Ollero de Jaén y, en 2000, consigue el Premio del Jurado, Galerie Artitude, de París.
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