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Íñigo Fernández
Viernes, 6 de noviembre 2015, 12:53
Hay que aprovechar estos días que hace buen tiempo para salir. No vale quedarse en casa. El fin de semana pasado hice ruta de montaña por la Reserva Nacional del Saja, desde Bárcena Mayor. Había mucha gente. Este sábado lo que toca es tomar los blancos por Santoña, un plan que no falla. Lo que no voy a hacer es quedarme en casa. Me niego. Los sábados hay que disfrutarlos. No vale sólo con descansar.
Santoña es el paraíso de los blancos. De verdad. Los sábados a mediodía aparece gente de todas partes. Es un ambiente muy auténtico, porque los forasteros comparten 'muelle' con las cuadrillas locales, que aun conservan la sana costumbre del chiquiteo. Es lo propio de los pueblos de pescadores. Mi abuelo lo decía: "No es el vino: es la relación social. En los bares todos convivimos". Creo que dejaba los vasos de vino sin apurar, pero hablaba con todo el mundo y se enteraba de lo que habían pescado los barcos y de los precios del pescado. En eso consistía el chiquiteo.
Para la ronda de los blancos hay muchas opciones. No en vano, Santoña tiene 138 bares, según la cuenta que hace unos años hizo mi amigo José Martín Solatea, que hasta escribió un libro sobre el tema. Para una población de 11.500 habitantes, 138 bares significa que hay uno para cada 80 habitantes. Nada menos.
Para 'alternar' (¡qué palabra tan bonita!) hay varias zonas posibles: la calle Manzanedo (con clásicos como el Jauja, La Marisma, las Siete Villas o el Caserío); las calles situadas al sur de la Plaza de San Antonio (La Tasca, los Tres Barriles, Casa Muruzábal, la Sidrería, Don Vino); el entorno de la Plaza de Abastos (Pachi, La Caraqueña, Sardina de Plata, Rey Mago, Casa Cedrún, Kendra); o la zona del Teatro (Zatón, Tapitería, El Octavillo, La Fuente, La Pizarra)... En la Plaza de San Antonio hay terrazas (Buciero, Juncal, Quiren), pero esas son para el vermouth, no para el blanco. Finalmente está la Plaza del Peralvillo, donde conviven terrazas y chiquiteo. Esta es la propuesta de hoy. Otro día habrá tiempo para hablar de los demás.
El local más emblemático del Peralvillo es la Taberna de Berto Setién, tan antiguo casi como la iglesia. Vigas de madera, mostrador de mármol, cajas de botellas apiladas... pero de verdad. Nada de recreaciones. Con el vino se puede pedir un octavillo de anchoas, un poco de queso o chorizo picante. Pero sólo una cosa, porque hay que dosificarse. La ruta es larga.
Si la siguiente parada es en La Tapitería, en la calle Santander, el blanco de verdejo se puede acompañar con una ración de pulpo a la gallega. Antonio Ranero es un cocinero enorme. De regreso a la plaza, La Gambita ofrece gambas. Muy ricas y muy baratas. Siguiendo por esa misma calle se llega a La Sidrería, donde está permitido no beber blanco, y a la vuelta, en Rentería Reyes, se encuentra el 'Pachi'. Su especialidad es la aguja o relanzón, que lo ponen con cebolla.
En La Caraqueña, en la Plaza del Mercado, todos piden mejillones en salsa. Por algo será. Pero hay que ir pronto, porque muchos sábados se han acabado ya para las dos de la tarde. Si no quedan, entonces hay que acercarse hasta la Plaza de la Villa y pedírselos a Fany: mejillones, berberechos o cámbaros. Buen marisco y a muy buen precio.
A mí me gusta terminar la ronda en el Kendra, que está a medio camino entre La Caraqueña y El Marisquero de Fany. Con eso se completa el octavo blanco, que a lo mejor es suficiente. A lo mejor. Si todavía quedan ganas de comer después de tantas raciones, el Kendra es buen sitio para detenerse. Ya no digo nada si, además, tiene caracoles. Por esta época suele haberlos. Aunque el Kendra no es el único sitio para comer en Santoña: hay otros muy buenos. Pero eso será motivo de otro comentario. Otro día, quizá. Otro sábado en que nos acerquemos, de nuevo, a tomar los blancos por Santoña.
(Consulta todos los Mapas, Libros y Platos pinchando aquí).
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
José A. González, Sara I. Belled y Cristina Cándido
Álvaro Machín | Santander
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