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Íñigo Fernández
Sábado, 5 de diciembre 2015, 07:31
A la sombra del campanario se cruzan los caminos que llevan y traen a los peregrinos. Llegan procedentes de Puente la Reina y parten en dirección a Burgos. Es así desde hace casi mil años, cuando saltó la noticia y corrió por toda Europa: los restos del Apóstol habían sido hallados en los confines de la tierra, en Compostela. Ese ir y venir de gente es el origen y la esencia misma de Santo Domingo de la Calzada. Lo ha sido durante casi mil años y lo sigue siendo.
El campanario de la iglesia es la referencia visual más importante de toda la comarca. Lo llaman la 'Maja de La Rioja'. Puede verse a una gran distancia, dada su altura. Alcanza los 69 metros desde el pavimento, nada menos. Antiguamente, cuando apenas había señalización y las rutas se hacían casi por instinto, la torre servía de guía y orientación para los peregrinos. Aproximarse debió resultar muy emocionante para todos ellos. Aun lo es, de hecho. No es preciso llegar a pie para sentir una cierta excitación al acercarse. Siempre hay alguien que espera en Santo Domingo. Siempre.
La torre tiene una curiosidad: está separada de la iglesia. Es lo que se llama 'torre exenta'. También en Cantabria las hay (Santa María de Lebeña, Arredondo), pero no es lo usual. La vista más interesante se ofrece desde la Plaza de España, que queda a la espalda. Desde allí, de noche, entre los arbotantes de la iglesia, pueden verse las campanas. Es una de las imágenes más hermosas de La Rioja.
La iglesia también tiene su valor. Es catedral, pues el obispo repartía su sede indistintamente entre Santo Domingo, Calahorra y Nájera. Para mantener vivo el recuerdo de la leyenda, en uno de sus rincones hay un gallo. Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada. Eso es lo que hizo creer al Santo, según parece.
Torre e iglesia ocupan la pequeña plaza, llamada del Santo, junto con el edificio que hoy es sede del Parador Nacional. Imprescindible verlo por dentro y pasear bajo los arcos del antiguo convento, que es lo que se conserva del edificio original. El otro parador está a las afueras del pueblo, más allá del Espolón: diez minutos andando, como mucho. Sólo en dos lugares de España presumen de tener no un parador, sino dos: Santo Domingo de la Calzada y Santillana del Mar.
Para comer
El campanario, la iglesia, el parador y las ruinas de otro convento componen la silueta de la Plaza del Santo, a la que se llega por la Calle Mayor (Camino de Santiago), habiendo dejado a la izquierda la Plaza de la Alameda. En este tramo se erigieron las casas y palacios con más señorío, como también el Hospital de Peregrinos. Allí ya se daba de comer hace siglos. Hoy siguen haciéndolo, y muy bien, en muchos lugares de la comarca: en el 'Portal de Etxaurren', en la vecina Ezcaray; en 'El Robledal', en Haro, donde se come cabrito de encargo; en el 'Terete', también en Haro, donde la especialidad es el lechazo y la menestra de verdura; en el 'Mesón de Los Caballeros', en el mismo Santo Domingo, famoso por su verdura riojana... La faceta gastronómica es una de las más atractivas de La Rioja.
Las otras rutas
Pero Santo Domingo no se reduce al trazado del Camino. La Plaza de España no figura en ese recorrido y, sin embargo, ofrece edificios emblemáticos como el Ayuntamiento y la antigua cárcel, además de soportales. Es una pena que, con tanto edificio institucional, carezca de la vida propia de las plazas en las que abundan los negocios de hostelería. Aquí sólo hay uno. Fuera del casco urbano aun se conservan tramos de la vieja muralla, que hablan de la importancia que alcanzó este núcleo de población ya en la Edad Media. Parte de ella fue demolida para construir el Paseo del Espolón, hoy Avenida del Rey Juan Carlos I. Allí hay cafeterías, edificios con miradores, un kiosko para la música y un viejo casino con salones, teatro y pista de baile, en el que la burguesía calcetense pasaba sus ratos de ocio. La vida que no tiene la Plaza de España, se encuentra en cambio en torno al Espolón.
La Plaza de España, la Puerta de Margubete, la vieja muralla, el Espolón... la villa creció más allá de la ruta original trazada por los primeros peregrinos, aunque siempre vinculada a ella. El Camino de Santiago configuró Santo Domingo, como configuró tantas otras localidades del país: sus edificios religiosos, sus palacios, su callejero, el carácter de la gente y su vocación comercial. ¿No será esta una de las razones de tanta hospitalidad como uno encuentra siempre entre los riojanos?
Santo Domingo de la Calzada es una consecuencia del Camino, sí, pero acaso España entera lo sea también. Porque el país se vertebró en gran medida a partir de esa ruta y le debe casi tanto como al cauce del Ebro. No sólo unió las tierras, los valles y las comarcas, sino que las puso en contacto con las de Europa: con su cultura, con sus costumbres, con sus gentes, con sus ideas, con sus creencias... Y ese proceso tuvo lugar en un tiempo difícil, en el que los acontecimientos muy fácilmente pudieron haber seguido otro curso bien distinto. Ya lo decía Don Claudio Sánchez Albornoz en su imprescindible 'Origen de la Nación Española: el Reino de Asturias': hubo una voluntad inequívoca de formar parte de la cultura que venía de Europa, y no de la que había llegado de África. Y esa decisión condicionó el rumbo de España. También Santo Domingo de la Calzada es el resultado de aquella decisión, y otras muchas poblaciones más: los pueblos de España cuyos caminos, aquellos que llevan y traen a la gente, se cruzan a la sombra de un campanario.
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