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Sábado, 28 de enero 2017, 15:59
Los habitantes de Cerdigo aman su costa salvaje hasta tal punto que sólo se atreven a disfrutarla paseando por ella o bañándose en su escondida cala. La iglesia y las casas que forman el núcleo urbano se encuentran en un alto a bastante distancia de la costa acantilada. Sólo el pequeño cementerio y los que descansan en él tienen el privilegio de sentir el salitre y el ruido de la mar. Gracias a ello, los bosques de encina cantábrica se alternan con pequeños prados escondidos. La fauna, sobre todo las aves, disfrutan de un paraje natural de gran valor ecológico. Y cuando nos asomamos al mar la luz lo inunda todo y podemos disfrutar de una de las puestas de sol más bellas de toda Cantabria sentados en un solitario banco.
Y seguimos porque la vida es un viaje.
Para llegar hasta aquí
Lo mejor es dejar el coche en el mismo pueblo junto a su único bar donde podremos tomarnos un aperitivo a la vuelta de la excursión. Atravesamos andando la nacional 634 con cuidado pues aunque tiene poco tráfico algunos conductores van bastante rápido. Veremos un cartel del camino de Santiago que nos indica la ruta a seguir.
Tras diez minutos andando rodeados de pequeños prados llegamos al cementerio del pueblo. Lo rodeamos y seguimos por un camino bien marcado que se va cubriendo por un tupido bosque de encinas. Pasamos una verja que queda cerrada y el camino se convierte en un precioso túnel de un bosque que parece encantado. Y en otros cinco minutos estamos frente al mar con ese maravilloso banco solitario que invita al disfrute de los sentidos.
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