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Pilar González Ruiz
Domingo, 4 de junio 2017, 08:08
Si la historia de Antonio López se hubiera llevado al cine habría dado origen a una superproducción de aventuras basada en hechos reales. Huérfanos de padre desde pequeños, Antonio y sus dos hermanos vivían con su madre, pescadera, que apenas podía mantener a sus tres ... vástagos con lo que sacaba de su trabajo y de una pequeña huerta en la Cardosa. Así, y como se repetiría durante décadas y siglos posteriores en tantas familias atadas a una pobreza endémica, el hijo mayor partió de Comillas y emigró hacia un sur que prometía un futuro mejor para él...y una carga menos para los suyos.
Capricho de Gaudí el tesoro modernista por excelencia fuera de tierras catalanas. Cuajado de curiosidades arquitectónicas.
Castillo del Rey el edificio defensivo original alberga hoy exposiciones y actividades culturales, pero visitarlo es recordar su pasado y el de toda la villa.
Este fue el primero de sus viajes. El segundo le llevaría mucho más lejos y sería el origen de una biografía con claroscuros y una herencia que aún perdura piedra sobre piedra.
En 1831, un Antonio adolescente embarcaría desde Cádiz rumbo a América. Dicen que su marcha tuvo también tintes de huida, en la que problemas con la justicia precipitaron su salida de España.
Tras cruzar el océano llegaría a Cuba, donde se dedicó a tantas labores como le encomendaron y pudo agenciarse por sí mismo, gastando lo menos posible para acumular capital. Un emprendedor del siglo XIX cuando esa palabra aún no se había gastado de tanto usarla en misiones efímeras.
Parque Natural de Oyambre rías. marismas, dunas y acantilados en un mismo espacio que casi alcanza las 6.000 hectáreas.
Puebla Vieja tras cruzar la Puerta de la Barrera se sucederán los monumentos; la Torre del Preboste, el Palacio del Corro o la muralla medieval.
Su primera gran iniciativa empresarial, que consistió en fletar un cargamento de harina de Santander para venderlo en Santigo de Cuba, y un buen olfato para los negocios, le permitió medrar en sus relaciones caribeñas. Conoció a otros empresarios y, de paso, a la que terminaría siendo su esposa: Luisa Bru, hija de un acaudalado negociante catalán. En 1853 todos ellos volverían a España, espoleados por una plaga de cólera, pero la vida de Antonio López no estaría en Comillas sino en Barcelona.
Antiguas Escuelas de Serdio caminando un poco más se llega a este albergue que cuenta con 16 plazas a 5 euros por persona. 664702003
El Galeón en lo alto de la villa, 46 plazas que incluyen desayuno por 10 euros. (Calle Alta, 12). 664 568 841
Sus contactos con las altas esferas y la riqueza acumulada gracias a la Compañía Transatlántica llevaron a Alfonso XII a pedirle al comillano ayuda estratégica en la guerra de Cuba. Contribuir a la regia causa con barcos y fondos para frenar (sin éxito final) los levantamientos del lugar que le enriqueció, permitió a Antonio López recibir, como agradecimiento, el título de Marqués de Comillas.
"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar" (Eduardo Galeano)
Rico, noble y rodeado de cultura, el ya Marqués decidió dar un poco de tanto a su lugar natal. Como si de una liga de primeras figuras se tratase, fichó a escultores, arquitectos, pintores y les encomendó la tarea de levantar edificios singulares. Primero, un lugar para vivir; el Palacio de Sobrellano. Imponente por fuera pero aún más por dentro. Frío, eso sí, con chimeneas de mármol en todos los rincones y repleto de cuadros que narran los hitos más destacables de la historia del mecenas. Obra de Cristobal Cascante, el marqués no llegaría a verlo terminado.
'The road' (Emmylou Harris
)
Al lado, menos conocida y visitada, está la capilla Panteón, una pequeña catedral gótica proyectada por Martorell y Montells. En su interior, el cristo yacente de Vallmitjana, escalofriante por su realismo y la estatua que recuerda al primer hijo del Marqués, también llamado Antonio, que murió joven. La escultura, pensada para el Palacio, fue retirada del mismo porque de tan real, era un suplicio para lospadres del finado verlo pétreo cada día.
En toda familia hay un cuñado, también en la del Marques, y el suyo, Máximo Díaz de Quijano, indiano igualmente, no quiso quedarse atrás. Si López le había pedido a Gaudí que diseñara los muebles de su palacio y su cripta, Díaz le encargó una casa entera. Para veranear, sí, pero una mansión al fin y al cabo. Recubierta de cerámica, sus característicos girasoles se han convertido en un símbolo universal. Tras pasar por varias manos y distintos usos (desde restaurante a sala de exposiciones), el Capricho, ahora en plena restauración, se ha convertido en uno de los lugares más visitados de Cantabria.
Pero no podemos quedarnos en Comillas, aunque sus rincones y secretos darían para un coleccionable. Debemos continuar la ruta. Lo hacemos dejando atrás la tercera gran obra; el Seminario Mayor, que se destinaría a educar (también en la fe) a los niños necesitados del municipio. Su meta logró más público entonces que en la actualidad, en la que los edificios del Monte Cardosa están llenos de soledad y faltos de vocaciones.
La Ría de la Rabia es un remanso de calma. Como sacada de un cuadro de Corot. Caminaremos entre hoyos de golf para encontrarnos, frente a frente, con la inmensidad del Pájaro Amarillo. El lugar donde aterrizó en 1929 el avión que partió de Maine 29 horas antes, en una epopeya que hizo historia. Ahora, los héroes se reparten por el agua, compitiendo consigo mismos en cada ola. Merón, Gerra, Gerruca, El Tostadero...el tramo de camino que da paso a San Vicente de la Barquera es aire fresco, salitre y kilómetros de arena fina.
En el siglo XV se construyó el primer puente de La Maza, famoso por sus 32 arcos que hacían de paso sobre las marismas. Dice la leyenda popular que si se cruza sin respirar, podrá cumplirse un deseo, pero su longitud invita a probar este extremo sólo si se va sobre ruedas.
La villa marinera mezcla el sabor tradicional, de barcos, pesca y lonja, con un turismo boyante que hizo crecer el pueblo y multiplica su población cada verano. Si algo no le falta a San Vicente son ganas de fiesta. La Folía es la fiesta mayor, pero no la única. Tras el Carmen, en julio, el Mozucu y la Barquera abren septiembre como despedida al verano y el sabroso sorropotún como protagonista. Y en una exaltación identitaria, cada pueblo celebra a su propio santo; de San Lázaro en Abaño a San Pedro en La Revilla. Por honrar, que no quede.
El perfil de la Muy Noble y Muy Leal villa, con los Picos de Europa al fondo, está coronado por el Castillo del Rey, una mole de piedra con funciones defensivas que se construyó en 1210, cuando Alfonso VIII concedió el fuero. Entre monarcas andaba el juego, y los reyes de Castilla se hicieron con el señorío del castillo, nombrando alcalde a quien les parecía oportuno. Ya en el siglo XV volvió a los vecinos. Allá, en lo alto está también el albergue de peregrinos, El Gaeleón, como una última penitencia en forma de empinado empedrado. A partir de aquí, comienza el Camino Lebaniego.
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