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Álvaro Romero
Jueves, 10 de noviembre 2016, 10:41
España se encuentra en el pódium del turismo mundial como uno de los tres países que más turistas recibe al año, concretamente en el tercer escalón, luchando por la segunda posición con Estados Unidos. A éste, tan solo le supera Francia, que se eleva hasta el primer puesto del cajón.
Los resultados de España en el sector son esperanzadores, ciudades de gran belleza y renombre como Madrid, Barcelona, Granada o Sevilla, entre otras, acaparan la mayoría de los turistas. Las islas y las preciosas playas del litoral son el principal atractivo en verano para gentes venidas de todas partes del mundo, en especial ingleses y alemanes. La rica y variada gastronomía, el buen tiempo y la amabilidad de sus gentes hacen de España un país irresistible.
Pero ¿Y la parte más rural? Sin duda es la gran desconocida entre los viajeros extranjeros. Sin embargo, son las zonas que más representan la esencia de todo lo mencionado anteriormente, las que conservan tradiciones y costumbres de antaño. Aquellos que se atreven a conocer estos rincones quedan prendados de su belleza. Una belleza que también se representa en colores.
El blanco, color de costa y llanura. El blanco predomina y se integra perfectamente en los diferentes entornos. Andalucía es por antonomasia la tierra del color puro, se cuentan por centenares los pueblos blancos, desde la sierra a la sal. Desde la Alpujarra granadina y almeriense, con Lanjarón como ejemplo, hasta municipios de costa como Salobreña o Mojácar. En Sevilla, Osuna. Pasando por localidades con encanto de la provincia de Córdoba como Priego o la famosa aldea de El Rocío, a los pies de Doña Ana, en Huelva.
Sin embargo son Málaga y Cádiz las provincias que más representación tienen, de hecho cuentan con la "ruta de los pueblos blancos". En la primera destacan Casares, Frigiliana, Ronda o Mijas, entre otros. En la segunda Barbate, Tarifa, Ubrique o Grazalema
El negro, color de alta montaña. Los Pirineos son el mayor ejemplo de este tipo de arquitectura, pizarras negras y grises oscuras con muros anchos y tejados a dos aguas. Entre la vegetación montañosa, las nieves invernales y la continua humedad del ambiente, marida a la perfección el color de Aínsa, Torla o Sallent de Gállego en el Pirineo Oscense. Artíes, Vielha o Beget en el Catalán. La región de Los Oscos, en Asturias continúa con esta estética. En la Comunidad de Madrid también aparece representado en Patones de Arriba o La Hiruela.
Los menos comunes
Dejando a un lado los dos colores más comunes de la geografía rural española merece la pena destacar algunos casos extraordinarios, especialmente el de Júzcar, en Málaga, un pueblo completamente azul. En 2011 cerca de 10.000 kilos de pintura convirtieron sus muros blancos en azules con el objetivo de promocionar la película de Los Pitufos. Desde entonces es atractivo turístico por su curioso color que cubre casas, iglesia, Ayuntamiento e incluso el cementerio de la localidad.
El marrón y el rojo colorean municipios de media montaña, el famoso pueblo de Albaicín en Teruel es el mejor ejemplo. Uno que los abarca todos, es el tan bello como multicolor Cudillero, pueblo de postal situado en Asturias. En la sierra de Ayllón, provincia de Segovia, los más curiosos pueden disfrutar de una ruta mágica por "los pueblos de colores", donde las diferentes características de la piedra de cada aldea tiñe los muros de rojo, negro o amarillo.
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Ana del Castillo
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