Grandes revelaciones

A quién se le ocurre destapar los trapos sucios sobre ETA y hacer con ellos una bandera? Hace falta ser brutos para establecer competencia para averiguar quiénes lo han sido en mayor escala. Tanto el Gobierno como la oposición nos amenazan con hacer revelaciones sobre los más turbios y mutuos episodios del pasado reciente, que por lo visto no se decide a pasar. Zapatero va a hacer públicas las decisiones del Ejecutivo de Aznar a favor de los etarras y Zaplana anuncia que preguntará por los GAL. Ambos proponen poner un ventilador sobre los excrementos. Nadie ignora que eso que llamamos 'razón de Estado' es el arte de bucear en una letrina. Siempre se ha hecho submarinismo en estas cloacas y por eso la política no ha dejado nunca de ser «una tarea desalmada». Sólo sirven para esa necesaria labor algunas personas de conciencia laxa, imbuidos de la creencia de que cometer algunos crímenes es lo único que pueda evitar que se cometan más. Pero, ¿a qué viene echarse en cara las mutuas fechorías? Revelar es descubrir y manifestar lo ignorado o secreto y la verdad es que no nos van a revelar nada que no supiéramos. El pueblo español, que siempre ha estado moralmente por encima de sus eventuales dirigentes, sabe que aquí siempre se ha matado mucho, con la excusa de evitar fallecimientos.

En vez de llevar a las tintorerías de la Historia los trapos manchados de sangre, vamos a hacer con ellos pancartas. Parece que los españoles, que individualmente no somos inferiores a nadie, estamos negados para la vida colectiva. Unos por rencorosos, otros por obtusos, y todos por considerar la mala leche como la bebida nacional. ¿Quién mató más y más hipócritamente? Eso es lo que van a debatir los líderes que hemos elegido. Se llevan no como los perros y los gatos, sino como los quebrantahuesos, que están mucho peor educados por la madre patria y por la madre naturaleza.